La historia de Guillermo Gaede es digna de la pluma de John le Carré. Nacido en Lanús, “Bill”, tal como se hizo llamar cuando se mudó a los Estados Unidos, siempre simpatizó con el comunismo en general y con la Revolución Cubana en particular. Así, aprovechó su trabajo en Silicon Valley para filtrar información tecnológica al gobierno de Fidel Castro. El problema fue el desencanto que le generó su ansiada visita a Cuba. A partir de ahí, empezó a colaborar con los norteamericanos entregándoles datos sobre distintos agentes secretos de la isla.
Estrenado en una de las secciones paralelas del último BAFICI, El Crazy Che recupera todo el recorrido -ideológico, pero también físico- del doble espía. Doble espía que, en realidad, nunca fue del todo consciente de su condición y de los peligros, ya que para él todo fue un juego motorizado por su idea de participar activamente en el juego geopolítico de la Guerra Fría.
Los realizadores Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi saben cómo exponer y dosificar el enorme caudal de información. Para eso recrean distintos sucesos mediante animaciones que hilan mediante una serie de entrevistas montadas con timing y precisión, generando un suspenso creciente. El magnetismo arrollador de Gaede ayuda a conformar un documental que por momentos parece una ficción.