Se sale de ver El Crazy Che con sensaciones sumamente interesantes. Por un lado, con la pregunta de si será cierto lo que narra, y cuánto, es decir, el tema de la verosimilitud, porque además la historia es de película y nos parece que en cualquier momento aparecerá Sean Connery en una novela de John Le Carré saltando por los techos. Por otro, se sale del cine con cierto sabor de que alguien hizo justicia, sensación que quizás no sea solo obra de la vida de este personaje, sino obra de cómo cuenta los hechos el documental.
La historia que se nos ofrece es la de Guillermo “Bill” Gaede (que pronunciado en inglés suena muy parecido a Bill Gates), un posible ingeniero en electrónica, de afiliación y sentires comunistas, que se radica en EEUU y consigue trabajo, casi milagrosa o predestinadamente, en AMD, una de las fábricantes, junto a INTEL de circuitos integrados, en los albores de la explosión de las computadoras domésticas, mudándose al “Valle Silicona” como dice él mismo. A partir de aquí, venderá planos y manuales a los rusos vía Cuba, y luego de estar en La Habana y ser co-optado por un anticastrista, pasará a vender información al FBI, en un mar de sospechas y suposiciones que irán complicando su vida y perdiéndolo en un juego que al parecer, lo divierte, aunque a momentos se de cuenta del peligro que corre.
Lo de la historia increible es clave. Porque tratándose de la biografía de un doble espía cubano-yankee, cualquier cosa puede suceder. La película maneja estos bordes estirándolos, corriéndolos de lugar, pero sin perder prolijidad, y si bien, la primera persona de Guillermo Gaede va tomando lugar cada vez más decisivo como voz privilegiada de los hechos, la manera de presentarnos su testimonio lo pone en un lugar autoparódico muy interesante. El hecho de que se ría todo el tiempo, o ciertos remates de él o de su esposa, producen una sensación de súper héroe que no entiende mucho lo que le sucedió, o que no quiere entenderlo… Porque pasarle a los cubanos “la fórmula” de las -hoy míticas- 286, 386 y 486, y filmar todo el proceso armado y funcionamiento de Pentium, generado por el liberalismo multinacional de más rancio abolengo capitalista, cometiendo una estafa industrial única por la escala tecnológica que se maneja en los 90, es propio de un súper súper héroe.
Para gente que aún desconfíe, que tiene todo su derecho, si Gaede no nos estará operando a todos sus espectadores, les dejo aquí el link a la entrada en wikipedia. Luego de 33 meses de prisión en EEUU, hoy vive en Alemania, como concluye la historia, con su “teoría de la soga”, dedicado a la física especulativa, tratando de demostrar el origen del universo.
Mientras, nos queda este documental, feliz y divertido, que sea o no verdad de cabo a rabo, es lo de menos, y no le quita ni un ápice a lo sentido durante su proyección… Según sus directores, Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi les llevó 3 años realizarlo. Activa muy bien la dirección de arte, el sistema gráfico y el diseño para ubicarnos en una década marcada a fuego por las tecnologías de la comunicación y la información incipientes, con excelente ritmo y un montaje que cuida en todo momento la inteligibilidad de una historia tan enrevesada.