De nosotros, los críticos de cine, se dicen cosas horribles. Muchas son ciertas, aunque todas juntas es difícil que aparezcan. De todos modos, es cierto: hay algo de pedantería o soberbia en eso de querer decir lo que uno piensa a voz en cuello (sea sobre cine o sobre cualquier cosa).
Tal es quizás el verdadero tema de esta película de Hernán Guerschuny, a su vez periodista y conocedor de los críticos de cine (edita la revista “Haciendo cine” con Pablo Udenio y varios de sus colegas aparecen en pantalla): cómo no estar tan seguro del mundo que a uno lo rodea al mismo tiempo que mantenemos tozudamente certezas sobre algunas de sus peculiaridades.
El trabajo de Rafael Spregelburd, uno de los nombres más importantes del teatro contemporáneo, se mantiene en el filo entre la parodia total y la humanidad convincente, y la luz que Dolores Fonzi aporta a esta historia de señor demasiado serio vencido por el amor más simple, hace que la película, que amablemente nos toma el pelo, sea más que “una broma a mis amigos del medio”. No, es una comedia romántica, con sus meandros y sus desencuentros, y que, a pesar de ciertas fallas de timing (¡ahí tuvo que salir el crítico!) emociona con nobleza. No es necesario saber “algo” del medio para pasarla bien: después de todo, se trata de cómo las personas trascienden totalmente a su profesión… o no.