Escenas de la vida cinematográfica posmoderna.
Es una tarea ardua escribir una crítica sobre una película que realiza un trabajo de metacrítica porque se estaría efectuando una labor intrínseca de autoanálisis. Con una voz en off en francés y estereotipos varios sobre el típico lenguaje de la “crítica cinematográfica especializada”, la película de Hernán Guerschuny se centra en las peripecias de Víctor Tellez (Rafael Spregelburd), un crítico de cine cuarentón de un medio gráfico de gran tirada, presumido, introvertido, anodino, bastante abandonado físicamente y sin ambiciones, que busca comprar un departamento en capital para mudarse después de su reciente separación de una joven estudiante menor que él.
Por casualidad, Víctor conoce a Sofía (Dolores Fonzi), una joven extrovertida y cleptómana que vive en España y está de paso en Argentina por una cuestión familiar, mientras hace una de las tantas visitas a departamentos en venta. Así comienza una historia de amor que involucra a un cineasta psicópata y resentido por una mala crítica y a la sobrina adolescente y cinéfila del crítico, respetando las estructuras preestablecidas de la comedia dramática. En medio de todo este embrollo, el cuñado de Víctor, un exitoso abogado, le solicita un guión para invertir en una película, con lo que a cada minuto el film se va mirando cada vez más a sí mismo pero siempre desde una superficialidad amena y agradable acorde al género.