Mathieu Amalric es un gran actor, aunque un poco por accidente. Su vocación es la dirección cinematográfica, y es un realizador muy influido por la Nouvelle Vague y por John Cassavetes, como lo demostró su admirable “Tournée”. En este caso, Amalric se ubica de ambos lados de la cámara para adaptar una novela de Georges Simenon: un hombre ha pasado una noche con una mujer y ha dicho algunas cosas. Por eso que ha dicho, es detenido y acusado de un crimen del que no tiene demasiada idea. El film gira alrededor del paso del tiempo, de la memoria y del riesgo de la aventura, pero es también una demostración de técnica cinematográfica por su concisión y brevedad. Se notan demasiado los hilos, el film nunca respira por sí mismo y se lo ve temeroso de traicionar el texto sobre el que se basa. Hay algo de académico en la puesta en escena, que disuelve la espontaneidad de sus películas anteriores.