El cuarto de Leo

Crítica de Javier Luzi - Fancinema

Querer-se(r)

Leo (gran actuación de Martín Rodríguez), un joven veinteañero, tiene una madre, un hermano, una novia y una tesis que debe comenzar a escribir para recibirse. Alquila un cuarto en un departamento donde el dueño vive siempre en su mundo entre la tele, la música, la cerveza y los porros. Leo vive en otro mundo. Pero no más real que el de su locador o, por lo menos, no uno como el que quisiera si se animara a escucharse. A sí mismo y a sus deseos.
Con su novia se la pasa excusándose porque el sexo no funciona y de noche chatea con chicos y hasta se cita con alguno. A instancias de (a esta altura del relato) su ex comienza terapia. Mientras tanto Leo conoce en una de esas citas de chat a Seba (Gerardo Begérez) y algo así como una relación parece iniciarse. Un día se encuentra de improviso con Caro (Cecilia Cósero), una antigua compañera de primaria, de la que siempre estuvo enamorado y que cuando se animó a tirársele, allá en la infancia, ella lo rechazó. Caro no está muy bien (arrastra una depresión fruto de un suceso trágico), pero vuelven a frecuentarse y a sostenerse sin revelarse las verdades que están atravesando.
Leo tiene un miedo atroz, no sabe cómo llamar a lo que vive ni a lo que siente, teme decepcionar a sus conocidos y a su familia, aunque, mal que mal, se anima a responder a sus sentimientos. Pero dentro de su cuarto. Sólo entre esas cuatro paredes. Su discurso oculta nombres, evita géneros, modifica convenientemente anécdotas. Y de pronto tanto su relación con Caro como la que tiene con Seba lo dejan en un callejón sin salida. Del que sólo podrá salir si continúa caminando así como empezó a hacerlo, casi sin darse cuenta.
El director uruguayo Enrique Buchichio cuenta en su ópera prima esta historia mostrando las cartas desde un inicio. Leo es gay y está por asumir su orientación sexual con todos los miedos que ello implica y no por la homofobia o la discriminación social, sino por el propio cuestionamiento a la diferencia y a no cumplir con lo que se esperaba de sí. Eso es lo que cuenta la película, el dilema de un joven y su autoaceptación, y lo hace desde ese lugar donde lo íntimo y lo sutil se imponen en la puesta en escena y el registro actoral. Y donde la banda sonora acompaña inteligentemente para sumar a lo que se está mostrando y crear esos climas que transita el protagonista. Planos largos donde el tiempo se imprime en las escenas y en las vidas que se retratan.
Puede que Leo sea un poco idílico y romántico en su manera de encarar y proyectar sus relaciones, pero eso no lo hace menos real sino, tal vez, un caso especial. Quizá el mundo (le) sea un poco más difícil. Pero eso sería otra película. El cuarto de Leo cumple su cometido sensiblemente y con honestidad.