Un prolijo ejercicio de guión y dirección sobre la autoaceptación.
El tema de la homosexualidad no es para nada ajeno al cine, y es un tema que, si bien hoy por hoy no está tan sujeto al tabú como en generaciones previas, todavía puede generar ciertas incomodidades en el público mainstream que a la postre pueden caer en el prejuicio. Esto, obviamente, tiene mucho que ver con lo que es incuestionablemente una virtud y es que los títulos que abarcan esta temática son algunos de los retratos más sinceros y personalísimos que cualquier cineasta se anime a retratar.
¿Cómo está en el papel?
Es la historia de un joven que tras terminar con su novia inicia su travesía hacia la aceptación de su propia homosexualidad. Esto es clave para entender la cuidada estructura de guión que tiene la película. En la primera mitad del desarrollo, muestra al personaje en búsqueda de esa compañía y afecto a la que alude en el inicio de la película. La segunda mitad deja claro por qué la película tiene un Cuarto en el titulo; ya que consiste más en el desafío de poder sostener esa felicidad ante los demás. Si bien hay una subtrama (con una amiga del protagonista) que parece no tener conexión con la trama principal, es a la postre, y como corresponde a toda buena subtrama, la que alude a la principal temática de la película, que es la autoaceptación, más allá de la orientación sexual.
¿Cómo está en la pantalla?
El trabajo de dirección es verdaderamente notable. Pocos planos por escena, todos compuestos con mucha dedicación, yuxtapuestos con un montaje de mucha fluidez. Destaca también el trabajo de sonido, ya que siendo una película filmada en video, es un aspecto que está muchas veces descuidado por quienes deciden encarar el aspecto visual de esta manera.
El plantel de actores hace un trabajo correcto, aunque a menudo de la sensación que están leyendo la lista del supermercado cuando deberían profundizar en sus personajes, pero afortunadamente eso es lo único que tiene para decirse dado a que aportan lo indispensable para que el espectador se lo crea y pueda seguir adelante con la narrativa. Si bien destacan Arturo Goetz y Cesar Troncoso, ambos con poco y muy puntual tiempo de metraje pero que entregan un profesionalismo y una humanidad que corresponde a sus trayectorias. Pero no se equivoquen, si esta película puede llegar hasta el final es por merito absoluto de Martín Rodríguez, quien interpreta al Leo del título. Su expresividad y naturalidad ayudan a transmitir creíblemente al espectador las dudas e inseguridades de su personaje.
Conclusión:
Aunque tiene un final un poco difuso, debe apreciarse el esfuerzo de su director por acercarnos de un modo muy clásico una historia de un universo y un personaje peculiar. No es una película que va a marcar un antes y un después, tampoco es lo que se dice atrevida, pero no se puede negar la pericia que hay en la mano narrativa de su director.