Hace 22 años Juan José Campanella tuvo la idea de esta remake de “Los muchachos de antes no usaban arsénico” de su amado José Martínez Suarez, un hombre al que admira y considera su maestro y hasta un padre en su vida. Con la base de esa película recibida por la crítica de su tiempo como “un inusual ejercicio sobre el cinismo”, Campanella con Darren Klooomok idearon una historia que conserva ese soporte original pero que se transforma en un verdadero homenaje al cine, ese cine de “antes” que el ama, con todos los riesgos del cine actual, con muchos guiños para los cinéfilos. Una estrella de cine que bien pudo vivir en Sunset Boulevard, pero que es nuestra y refiere a las muchas películas que hizo como ícono de nuestro medio. Un premio que no es el Oscar de Campanella, ganado mucho después, pero se transforma en un guiño para los espectadores que desde el comienzo del film entraran en una ensoñación pero también en un filoso juego de ingenio, sarcasmo, crueldades pequeñas. Esos personajes que conviven en una casona majestuosa pero en un punto de deterioro, es el escenario perfecto para una convivencia de una estrella, su marido, un actor que siempre existió eclipsado por su brillo y fama, un director y un guionista. El equipo perfecto donde cada uno conoce el pasado del otro, fue testigo, protagonista y casi custodia del pasado. El diálogo entre los personas es inteligente, filoso hasta la médula. Y el estilo cinematográfico es un verdadero muestrario que toma riesgos y tiene tomas precisas, únicas, distintas. Lo que transforma la visión de la película en un deleite desde el principio al fin. Graciela Borges es la protagonista perfecta, la que acumula recuerdos y no se resigna, la que llevada por una simulación casi infantil de un joven con intereses, porque la maldad no tiene edad, puede sentir que tiene su regreso al alcance de su mano y un amor nuevo que le rejuvenece el deseo. Su trabajo en el film es realmente bueno, matices, detalles, la construcción detallada de una mujer única. Además Campanela la recompensa con un homenaje propio con las imágenes de “Pobre Mariposa” en una escena inolvidable. Oscar Martínez es el maestro del sarcasmo, la ironía, su personaje es rico y el aprovecha cada capa de su complejidad. Luis Brandoni es el hombre que poco a poco lo sabe todo pero aún conserva esa admiración, ese amor, por la mujer de su vida. Y Marcos Mundstock es el testigo implacable. Nicolás Francella y la bella Clara Lago (estrella de “Ocho apellidos vascos”) son la nueva generación, la intrusión de una realidad brutal, la ideología del éxito a cualquier costo, los depredadores sin culpa. Una película para gozarla.