Basado en el clásico del cine argentino Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976), dirigida por José Antonio Martínez Suárez, El cuento de las comadrejas supone el regreso del director de cine y guionista Juan José Campanella, después de pasar seis años de su última película Metegol, que lejos estaba de lo que se esperaba tras el éxito de El secreto de sus ojos, un filme que si bien es discutible si está a la altura de las mejores cintas nacionales de los últimos tiempos, ayudó a la industria tanto a lo referido en crecimiento, como expansión por el mundo en forma notable.
La historia de El cuento de las comadrejas trata sobre cuatro viejos amigos, tres hombres y una sola mujer, quienes viven alejados del mundo cinematográfico del cual formaron parte en sus mejores tiempos hace décadas. El grupo está liderado por ella, Mara Ordaz (Graciela Borges), quien supo ser la máxima estrella de la época dorada del cine argentino, y desde hace tiempo solo vive del recuerdo de su pasado, en una vieja mansión anclada en el tiempo que parece dispuesta a renegar el paso de los años. Convive desde siempre con suu fiel esposo Pedro De Córdova (Luis Brandoni), un hombre que se desvivió y se desvive por ella, y que nunca tuvo el reconocimiento como actor de prestigio, siendo relegado a papeles secundarios, abocado desde hace tiempo a la pintura, un arte que lo reconforta en mayor medida. El grupo lo completan Norberto Imbert (Oscar Martínez), un director de cine de carácter ácido, pocas pulgas y obsesionado con la matanza de comadrejas y Martín Saravia (Marcos Mundstock), un guionista con un humor especial, y también con un carácter peculiar, lo que lo hace el compinche ideal de Norberto. Pese a su recluimiento del mundo en general y ciertas discrepancias naturales tras pasar tantos años juntos, los cuatro viven a su manera, en un ambiente medianamente pacífico. La llegada de los jóvenes Francisco Gourmand (Nicolás Francella) y Bárbara Otamendi (Clara Lago), que se presentarán como fanáticos de Mara y conocedores de su obra, y la labor realizada en conjunto a todos los miembros del grupo, representará una amenaza para el cálido estilo de vida de estos cuatro amigos.
Las virtudes de este nuevo filme de Juan José Campanella son evidentes, desde una puesta en escena descomunal, con todos los detalles en su lugar, y un trabajo de dirección, música y fotografía a la altura de las circunstancias. Si bien se apoya en la versión original de José Martínez Suárez, Campanella logra re trabajar y desarrollar ciertos puntos en la historia que le dan su propia impronta, brindando momentos claros de comedia, pero intercalando con elementos que le imprimen cierto dramatismo, jugando desde ya con el humor negro. La mayor virtud reside tanto en la construcción de los personajes, delineados todos de manera exacta, como en el desempeño de cada uno, iniciando con una Graciela Borges magistral, como lo hace siempre que se le presenta la oportunidad, un Oscar Martínez que no se queda atrás, tan acertado como lo viene haciendo desde sus últimas actuaciones, y la destacada labor de Marcos Mundstock, Luis Brandoni y Clara Lago. Puede que la narración nos haga venir a la cabeza algunos clásicos que evocan a la nostalgia, previos también a la versión de 1976, como Nos habíamos amado tanto de Ettore Scola o Sunset Blvd. de Billy Wilder. Quizás los inconvenientes más notorios se dan a la hora de cerrar las diferentes historias que se entrecruzan en la trama, y en donde las formas no son del todo convincentes; al margen Campanella busca la manera de quedar bien parado, dando un final medianamente convincente.