Estrenada reciente en las salas argentinas, y ganadora de La Palma de Oro de Cannes, Parasite es el séptimo largometraje del director de cine y guionista surcoreano Bong Joon-Ho, responsable de películas tan irregulares como las recomendables Crónica de un asesino en serie o Madre, o las no tanto Okja o The host. Otro de los puntos previos a resaltar de esta nueva cinta del cineasta surcoreano es que logró hacerse un lugar entre las siempre infladas producciones norteamericanas, e incluso llegar a ser nominada como mejor película para la próxima entrega de los premios Oscar, algo que sucedió pocas veces con filmes de habla no inglesa, como sucedió en los casos recientes de Roma de Alfonso Cuarón o Amour de Michael Haneke, y otros más lejanos, como La vida es bella de Roberto Benigni, sin olvidar el extraño caso de la ganadora El artista del realizador francés Michel Hazanavicius. La historia de Parasite gira en torno a la compleja vida de la familia Kim, la cual intenta subsistir pese a la falta de trabajo y con escasos recursos económicos. La misma está compuesta por un padre (Song Kang-ho), una madre (Hye-jin Jang), un hijo (Woo-sik Choi) y una hija (Park So-dam). La oportunidad de un cambio a la floja estabilidad familiar llega cuando un amigo del joven Gi Woo le comenta que está por irse al extranjero y le ofrece la oportunidad de que sea su reemplazo enseñando inglés a la hija de la adinerada familia Park. El hijo de los Kim accede, y una vez dentro de la casa de los Park, percibirá que no solo es una gran oportunidad para él, sino para el resto de su familia. Mediante una estrategia, la siguiente en entrar en el terreno de confianza de la acomodada familia será su hermana, recomendada para trabajar con las complejidades que atraviesa el hijo más pequeño de los Park. A medida que avanza el plan que entrecruzará a ambas familias, y dará una favorable posición económica a los Kim, la situación irá por lugares imprevisibles y sin punto de retorno. Parasite no solo es la obra maestra de Bong Joon-ho, sino que es una de las mejores películas de la década. Todo está en su sitio, y eso es algo complejo de lograr en sí. La historia, salvo por un pequeño desliz que se da previo al final, y que es la única falla del filme en cuestión, no presenta fisuras. Todas y cada una de las actuaciones están a la perfección, con una musicalización acorde en todo momento, una fotografía sobresaliente y una puesta en escena descollante, sin pasar por alto como Joon-ho utiliza y se nutre de los recursos y avances tecnológicos para darle una mayor dinámica y fuerza a la narración. También vale destacar la forma en que el realizador surcoreano entrecruza a las antagónicas clases sociales en todo momento, reflejando en diversos pasajes el exceso de comodidad de las personas de clase alta, y la precariedad que atraviesa una familia de clase baja, jugando por momentos con cierta ironía, que funciona perfectamente con el carácter dramático del filme, demostrando una impronta formidable en el entrecruce de géneros. Otro punto fuerte de Parasite es como a su manera cuestiona el mal proceder de ambas, la falta de ética, las diversas malas actitudes y formas en que se manejan, que evidencian por un lado la carencia de tacto y empatía de los Park, así como su marcada hipocresía, y la ambición por parte de los Kim, siendo este el motor que llevará la historia por su tramo más oscuro; se podría decir que hasta cierto punto juega con la idea de equilibro social, y la trama se empieza a desbalancear cuando justamente por esa ambición, sobrepasa la barrera de una supuesta equidad/igualdad, transformado automáticamente en un «enemigo» a aquel que es un perteneciente de su mismo estrato social. Podemos citar algunas películas que se pueden emparentar con Parasite, como Funny Games (Horas de terror) de Michael Haneke, La vida es un río tranquilo de Etienne Chatillez o De tal padre, tal hijo de Hirokazu Koreeda, pero al margen de cualquier clase de proximidad en la temática, Bong Joon-ho toma su propio camino. Otro punto también para dejar en claro que las grandes cintas del cine moderno deben trabajar sobre las cuestiones de índole social; en eso se apoya la estructura de Parasite.
La Gomera es la séptima película del destacado director de cine y guionista rumano Corneliu Porumboiu, responsable de obras mayores como Bucarest 12:08 o Policía adjetivo, también realizador de cintas más recientes como El tesoro o Fotbal Infinit y considerado uno de los nombres claves de la Nueva Ola Rumana de Cine. El filme en cuestión cuenta con las actuaciones de Vlad Ivanov y la modelo Catrinel Marlon. La historia de La Gomera dista bastante en cuanto a género si tomamos como referencia el cine de Porumboiu: con claros tintes de thriller, el personaje central es Cristi (Ivanov), un policía que a la vez es custodiado porque sus superiores desconfían de él. Conocerá a Gilda (Marlon), quien será la encargada de ofrecerle viajar de Bucarest a la isla de La Gomera para aprender el silbo gomero; mediante esta forma podrán comunicarse sin ser descubiertos, y sin importar la distancia, con el objetivo de liberar a Zsolt (Sabin Tambrea), el único que sabe el lugar específico en donde están escondidos 30 millones de euros. No obstante, la figura de su superiora Magda (Rodica Lazar), quien sospecha todo el tiempo de Cristi, le traerá sus complicaciones. Para jugar un poco con la linealidad de la trama, el cineasta rumano por momentos alterará el orden de los hechos, lo cual le da cierta dinámica al filme, pero también puede llegar a confundir en algunos momentos en lo referido al entramado de la historia. La Gomera demuestra con claridad la categoría de Corneliu Porumboiu, no solo uno de los grandes cineastas de Rumanía, sino también en lo referido a nivel mundial. Porumboiu logra salir de su zona de confort, para trasladarse a un género que no le es habitual, alejado de la tonalidad de sus primeros filmes, pero sin perder la esencia. En ese sentido podemos remarcar la cruza de géneros, ya que al margen de su formato de thriller, habrá lugar para situaciones cómicas. No será su mejor película, pero La Gomera es mucho más dinámica, probablemente más accesible para un público medio, y donde al menos por momentos aparecen detalles que son propio de su cine; habrá también pequeños homenajes a cintas de Melville, Hitchcock, etc. Si bien es cierto que el juego en las temporalidades en algunos pasajes puede llegar a confundir, en general están bien distribuidos, dando progresivamente información acerca de los ocurrido, e imprimiéndole una dinámica certera. Las actuaciones en líneas generales están acertadas, y en lo referido a fotografía, montaje y música todo está acorde a lo que este nuevo largometraje de Porumboiu requiere.
Anunciada con una elocuencia notable, El irlandés es la nueva película del afamado cineasta estadounidense Martin Scorsese, considerado uno de los más grandes surgidos de su país, gracias a filmes como Taxi Driver, Buenos muchachos (Goodfellas), Gangs of New York o Después de hora. La expectativa alrededor de su nueva realización también gira en torno a su reparto, encabezado por Robert De Niro y Joe Pesci, dos emblemas de la filmografía de Scorsese, y con figuras como Al Pacino, Harvey Keitel o Anna Paquin. El encargado del guión es Steven Zaillian, quien tomó de referencia el libro de Charles Brandt I Heard You Paint Houses. La historia de El irlandés se centra en la vida de Frank Sheeran (personificado por De Niro), un veterano de la Segunda Guerra Mundial, devenido en sicario, que estuvo relacionado con algunos de los personajes más reconocidos de la época, involucrado en múltiples asuntos del crimen organizado, de los cuales el más memorable es la misteriosa desaparición del sindicalista Jimmy Hoffa (Pacino). Para la reconstrucción de la vida del personaje en cuestión, Scorsese nos coloca frente a un Sheeran ya anciano, quien rememora diversos acontecimientos y sucesos, así como la forma en que se irá aproximando y contactando con figuras de peso de aquellos años, y mediante esto plasmará como progresivamente adquiere respeto y poder. Primero logrará un fuerte vínculo con Russell Bufalino (Pesci), quien le permitirá el mayor crecimiento, y posteriormente con Hoffa. A la par, abocado arduamente a sus labores, Sheeran con el paso de los años sufrirá un alejamiento/rechazo de su familia, principalmente de su hija mayor Peggy (Paquin), por lo cual sus últimos años de vida no serán los mejores. Si bien en El irlandés la labor de Martin Scorsese es puntillosa, está en todos sus detalles, y se sirve de la tecnología y todos sus avances para lograr su cometido, lo cierto es que el filme cinematográficamente aporta poco y nada; se trata de un homenaje a su cine, haciendo referencias a algunos de sus clásicos más celebrados, como Buenos muchachos o Casino, jugando con la nostalgia que abruma al espectador, haciéndole creer que está ante algo majestuoso, y tan solo se trata de evocar «glorias pasadas». Hay grandes momentos, pero también hay escenas ya vistas, lugares comunes, tópicos; algunas forman parte del mundo del cine de este género, y son necesarias, otras son simplemente reiterativas. El trabajo del reparto es acertado en general también, destacándose en su rol protagónico la figura de De Niro, al margen de que todos contribuyen a la construcción de ese imaginario. Entre otro de los puntos flojos está la excesiva duración, casi tres horas y media, capricho del director que no se justifica, puesto que en varios momentos el filme cae en baches evidentes y pierde fuerza narrativa. Quizás lo mejor se presenta durante la última hora de metraje, donde repunta después de algunas caídas. El irlandés es válida de ver, pero más que nada apuntada a fanáticos de Scorsese y el cine de gángsters: prescindible.
Estrenada recientemente en las salas argentinas, El valor de una mujer es la nueva película del director de cine y guionista italiano Marco Tullio Giordana, recordado por dirigir previamente filmes como Los cien pasos, Las vidas privadas o la miniserie de televisión La mejor juventud. También vale destacar la participación en el rol principal de la actriz Cristiana Capotondi. El valor de una mujer trata sobre la historia de Nina Martini, una joven mujer que deja Milán para irse a trabajar a un pueblo cercano de mucama en una prestigiosa clínica para ancianos llamada Baratta. Nina a la vez tiene una hija de quien es la única responsable, tras el distanciamiento de su padre; actualmente cuenta con una pareja quien le ofrece la posibilidad de no trabajar y encargarse de la pequeña, propuesta a la que Nina desiste. Una vez en la clínica, será acosada por el director del establecimiento. Tras el hecho en cuestión, decide acudir y reclamar a una de sus compañeras por no advertirle de la posible situación, por lo que no obtendrá la mejor de las respuestas. Una serie de sucesos póstumos dejarán en claro a Nina que algo siniestro se esconde de fondo, por lo cual comenzará a investigar e iniciará una demanda contra el director, lo que incluso pondrá en contra a sus mismas compañeras de trabajo y llevará a una suspensión temporal en su trabajo. Ante un panorama poco favorable, la joven busca nuevas opciones para salir a flote y llevar adelante su causa. En El valor de una mujer, Giordana logra demostrar ciertos acontecimientos que no son ajenos a ninguna realidad mundial, como es el acoso laboral, y la diversas formas de encubrimiento, tanto de las mismas instituciones y sus principales directivos, como de las víctimas, que en no pocas ocasiones optan por el silencio ante el miedo que genera las posibles repercusiones negativas de una revelación o demanda. La gran actuación de Cristiana Capotondi es un sostén elemental para el desarrollo de la trama, dando todo lo que el largometraje le pide, cumpliendo con absoluta solvencia. Quizás podemos acusar de no ser del todo original en sus formas, cayendo por momentos en algunos lugares comunes, así como por tener un cierre no del todo convincente, incluyendo detalles del juicio final, pero la cinta cumple en líneas generales, mantiene un ritmo acertado durante sus 90 minutos de duración y sirve de ejemplo para traslucir como se ejerce y en que manera se tejen ciertos mecanismos que permiten que este tipo de injusticias y aberraciones se siguen dando aún en nuestros días.
Presentado en febrero de este año en el Festival de Berlín, Varda por Agnes es un repaso de tono personal por la extensa trayectoria de la icónica cineasta belga Agnes Varda, quien también supo desempeñarse como fotógrafa, artista plástica y pedagoga, entre otras cosas, y que por esos raros designios de la vida fallecería tan solo un mes más tarde, el 29 de marzo, previo a su cumpleaños número 91. Sin una estructura lineal, Varda por Agnes comienza con una charla brindada por la cineasta belga, frente a un auditorio, y la cual servirá de trasfondo, a la par de distintas charlas en distintos lugares, para las diversas anécdotas y experiencias que ella vivió a lo largo de sus más de 60 años de trayectoria, rememorando gran parte de su vasta filmografía. A lo largo de este documental, Agnes hará alusión naturalmente a algunos de los filmes claves de su carrera, como la necesaria Cleo de 5 a 7, La felicidad o Sin techo ni ley. También habrá tiempo a repasar algunos trabajos más curiosos, como su largometraje debut La pointe courte, el documental sobre Las Panteras Negras, Daguerrotipos, la más reciente Visages Villages, o la extraña película Les cent et une nuits que Varda realizó en 1995 en conmemoración al 100 aniversario del cine, y que contó con figuras de la talla de Michel Piccoli, Catherine Deneuve, Jean-Paul Belmondo, Jeanne Moreau, Robert De Niro, Marcello Mastroianni, Jane Birkin, Alain Delon, Fanny Ardant o Gerard Depardieu. Por supuesto que también habrá tiempo para rememorar al gran cineasta francés Jacques Demy, quien fuera pareja de Varda a los largo de casi 30 años. Varda por Agnes en un acertado homenaje a una de las más grandes cineastas de la historia, adelantada en muchos aspectos y siempre vinculada al feminismo, sabiéndose hacerse un lugar en un mundo artístico dominado por hombres. Sus aportes a la historia cinematográfica han sido claves, y es parte de lo que la realizadora supo plasmar a lo largo de dos horas de duración. En casi la totalidad del filme, Varda logra demostrar más sus contribuciones artísticas, sus diversos y valiosos puntos de vista a lo largo de su trayecto, que el peso de su persona, el cual resalta por si solo. Otro rasgo interesante del documental en cuestión, es que la cineasta belga opta por citar sus películas y trabajos de manera no lineal, y eso le da un ritmo interesante a la obra. El punto en contra más evidente tiene que ver con la extensión; al margen de que estamos hablando de una trayectoria de más de 60 años, las dos horas de metraje terminan siendo un poco excesivos, y algunos aportes terminan siendo algo redundantes, dejando en claro que con varios minutos menos de duración la idea incluso hubiese sido aún más incisiva. Al margen, Varda por Agnes tiene un valía enorme y se refuerza a partir del inesperado fallecimiento de la emblemática realizadora, convirtiéndose en un sentido homenaje.
La odisea de los giles es la nueva película del destacado director de cine y guionista argentino Sebastián Borensztein, realizador de series míticas como El garante, La condena de Gabriel Doyle o Tiempo final, y de las películas La suerte está echada, Un cuento chino y Koblic, producciones en donde muestra una variante tanto genérica como en lo referido a temáticas, pero que se pueden unificar, principalmente si nos apoyamos en sus largometrajes, donde Borensztein siempre juega con las formas de ser y hacer del hombre/mujer promedio argentino, sus conductas, su pensamiento y su sentido de la moralidad. En esta ocasión se basó en la novela del escritor Eduardo Sacheri La noche de la usina, publicada en 2016. Al margen de la categoría del cineasta en cuestión, uno de los fuertes atractivos de esta nueva película argentina es la considerable suma de actores que forman parte de su reparto, desde Ricardo Darín, Luis Brandoni y Rita Cortese, a Daniel Aráoz, Verónica Llinás o Carlos Belloso. En La odisea de los giles la acción se ambienta en el 2001, agosto de 2001, para ser exactos, época previa a una de las mayores crisis que afectaría a la Argentina; aquél fatídico 19 de diciembre de 2001. El proyecto comienza a partir de un sueño del ex-jugador de fútbol Fermín Perlassi (Darín), quién desea reactivar un viejo negocio, para lo cual en un principio comenta la idea a su esposa (Llinás) y a su viejo amigo Antonio Fontana (Brandoni). Tras juntarse con el dueño del lugar en cuestión, y notar que el precio que pide está por encima de lo previsto, decide convencer a los vecinos del pueblo de Alsina de armar una cooperativa, reunir el dinero, y de esa forma poder cerrar el negocio. Todo marcha en la forma esperada, hasta que Fermín es engañado por un gerente del banco, en la antesala de la dura crisis de diciembre del 2001 y el famoso «corralito», que truncó proyectos y sueños de infinidad de argentinos. La indignación se esparcirá por todo el pueblo de Alsina, y cada vecino que hizo su aporte correspondiente no tardará en reclamar. Sumado a todo este contexto frustrante, desesperanzador, Pelassi sufrirá un accidente que lo pondrá al borde de la muerte. Tras su recuperación y mediante una información obtenida por Fontana, gran parte de los miembros de la cooperativa deciden organizarse y configurar un plan para recuperar lo perdido, aunque en un principio suena una idea un tanto alocada. Basándose en la novela de Sacheri y lo acontecido en aquel agobiante diciembre de 2001, Borensztein logra un largometraje efectivo, sumamente entretenido y que invita a la reflexión, apoyándose en la concepción y forma de ser del argentino promedio, con sus pro y sus contras, características y ambigüedades, logrando sostener una concatenación con sus producciones anteriores, lo cual lo coloca en una impronta indiscutible, sosteniéndose firme como uno de los grandes cineastas argentinos de la actualidad. Las actuaciones son también elementales para el logro en conjunto, no solo de los seis mencionados (Darín, Brandoni, Cortese, Araoz, Llinás, Belloso) sino de algunos menos conocidos como Andrés Parra, Marco Antonio Caponi o Ailín Zaninovich, sin pasar por alto al Chino Darín. El guión, trabajado por Borensztein y Sacheri en conjunto, funciona a la perfección, dando una fluidez acérrima a las casi dos horas de metraje, alternando momentos dramáticos y cómicos de manera precisa, demostrando la categoría de sobra del realizador argentino a la hora de entrecruzar géneros. Por otro lado, intercala con la temática Robos y atracos, en este caso con un tono más nacionalista, y siempre girando en torno al concepto del «Gil», la viveza criolla, y la oposición entre el hombre honesto, y aquél que no tiene escrúpulos. Entre lo pocos puntos a cuestionar del filme, encuentro una sensación extraña con el desenlace, percibiendo algún exceso en las resoluciones, que parece siempre aparecer en gran cantidad de cintas argentinas, y un mensaje final de corte optimista, que forma parte de la ideal global de La odisea de los giles, pero que no termina de resultarme del todo convincente.
Dogman es el nuevo largometraje del director de cine y guionista italiano Matteo Garrone, reconocido a partir de realizar la cinta Gomorra de 2008, gracias a la cual obtuvo el Gran Premio del Jurado en Cannes, el Premio Cesar a mejor película extranjera, 7 premios en la entrega de los David Di Donatello y 5 en los premios del cine europeo, ganando en ambas el galardón a mejor filme. En esta ocasión Garrone obtuvo 9 premios David Di Donatello, obteniendo nuevamente mejor película, mientras que Marcello Fonte, protagonista de la misma, se llevó el reconocimiento a Mejor Actor en el Festival de Cannes 2018. La historia de Dogman está basada en el caso de Pietro De Negri, conocido como el delitto del Canaro, acontecido en 1988 cuando De Negri asesinó al boxeador Giancarlo Ricci, al margen de ciertas modificaciones que introduce Garrone a lo largo del filme. Interpretado por Fonte, la cinta trata sobre la vida de Marcello, un apacible peluquero canino que vive en una pequeña ciudad de Roma, dedicado a su trabajo y al cuidado de su pequeña hija (Alida Baldari Calabria). Mantiene una cordial y pacífica relación con sus vecinos, lo que le permite una vida más relajada. No obstante, debe recurrir a la venta de cocaína para poder ganar un dinero extra y sostener una cierta estabilidad. Esta actividad lo llevará a relacionarse con Simone (Edoardo Pesce), un violento y problemático ex boxeador, que utiliza métodos poco ortodoxos para conseguir sus objetivos, y que por ello lleva una complicada relación con los demás vecinos, quienes lo tienen en la mira, ya cansado de sus actitudes. Marcello logrará mantener las cosas con cierto orden, hasta que Simone lo involucra en un robo por el cual terminará preso un año y tras el cual, obtendrá el rechazo de todos sus conocidos y una aún más precaria situación económica, que lo llevara a buscar una salida diferente. Garrone se sirve de una historia verídica como la de Pietro De Negri, para construir su propia narración, retratando en Dogman como puede un hombre de buenas intenciones y una pasividad admirable, transformarse y terminar optando por el peor camino posible, arruinando su propia vida; esto sin duda invita a la reflexión posterior. La actuación de Fonte es más que acertada, aunque a veces parezca que tan solo aporta con la misma singularidad de su rostro, y sus expresiones naturales. La trama está delineada con justeza, y la narración avanza a paso firme y sin pausa, demostrando un gran trabajo de Garrone desde el guión, para el contó con la colaboración de Ugo Chiti y Massimo Gaudioso. Se destaca de igual manera una impecable labor desde la fotografía, encuadres, y puesta en escena. Quizás se pueda cuestionar el exceso de violencia en determinados pasajes, subidos un poco de tono, aunque en esencia no dejan de ser necesarios para darle credibilidad y fuerza a la historia.
Estrenada recientemente en las salas argentinas, La espía roja es la nueva película del director de cine y teatro británico Trevor Nunn, realizador de largometrajes como Lady Jane (1986) o Noche de reyes (1996), entre otros. Cuenta con guión de Lindsay Shapero y las actuaciones de la veterana actriz inglesa Judi Dench, la joven Sophie Cookson y otros reconocidos como Stephen Campbell Moore. En La espía roja Nunn nos traslada hasta el año 2000 para narrarnos la historia de Joan Stanley (Dench), una anciana de aspecto apacible, que repentinamente es sospechosa de proporcionar información a la Rusia comunista en las décadas del 30′ y 40′. Una vez llevada al interrogatorio, los recuerdos vienen a la mente de Stanley, quien comienza a recordar sucesos del año 1938, cuando era joven (aquí interpretada por Cookson) y estudiaba física en Cambridge, y la forma en que empieza a relacionarse con dos jóvenes comunistas; primero con Sonya Galich (Tereza Srbova), que pasará a ser su mejor amiga, y luego con su primo Leo Galich (Tom Hughes), con quien tendrá un romance. Posteriormente formará parte del servicio secreto británico, dedicado a la investigación nuclear durante la segunda guerra, conociendo allí a Max Davis (Stephen Campbell Moore), un hombre un tanto más grande que ella con quien se termina involucrando. El dilema se planteará en torno a, si traicionar a su país enviando información a los rusos para evitar una catástrofe nuclear tras los bombardeos a Hiroshima y Nagasaki, o mantenerse al margen. La historia de La espía roja está basada en la vida de Melita Norwood, la espía británica que estuvo más tiempo al servicio de la KGB. Si bien en parte el filme respeta ciertas cuestiones y sirve desde una perspectiva histórica, también ha sufrido modificaciones que quizás se podrían haber evitado y que hacen cuestionarlo desde lo fidedigno. No obstante, en los momentos que se narran los acontecimientos de Joan Stanley en su juventud, la cinta se desarrolla con una dinámica acertada y si bien hay pasajes que se desvían al romance, Trevor Nunn logra retomar el camino histórico. La actuación de Sophie Cookson puede decirse que es lo más sobresaliente de la película, dotando de los rasgos necesarios al personaje en cuestión, siendo ella la responsable de llevar la trama sobre sus hombros. Por el contrario, los momentos en que Dench aparece en pantalla no son los mejores, no tanto por culpa de la veterana actriz, sino por la falta de fuerza narrativa que se percibe, y por la forma extraña en que se relacionan la actualidad con el pasado, sumado a un final no del todo convincente.
El verdadero amor es el primer largometraje en solitario de la cineasta francesa Claire Burger, tras dirigir una serie de cortometrajes y una película realizada en conjunto a Marie Amachoukeli-Barsacq y Samuel Theis en el año 2014 bajo el nombre de Mil noches, una boda (Party girl). Burger también es la encargada del guión de este filme, que cuenta con la actuación del actor y director de cine belga Bouli Lanners. En El verdadero amor Burger inicia la historia con un supuesto alejamiento temporal de Armelle (Cécile Rémy-Boutang) de su marido Mario (Lanners), el protagonista de esta película, que deberá acostumbraste a lidiar no solo con los conflictos de sus hijas adolescentes Niki (Sarah Henochsberg) y Frida (Justine Lacroix), sino con una soledad que lo corroe desde un principio. Para mantener una cierta proximidad con su mujer, Mario asiste a unas clases de teatro experimental brindadas en el lugar de trabajo de ella, pero que a la larga le servirán y nutrirán en algún sentido en su experiencia personal. Acostumbrarse a la separación de quien considera el amor de su vida le resultará a Mario una tarea dura, y su temple y carácter no resistirán fácilmente tal situación, sumado a que las circunstancias de índole amorosa y personal que atraviesan sus dos hijas le darán más de un dolor de cabeza, quebrantando aún más su ya de por si débil espíritu, de quien tras lo sucedido se considera un mal marido, y sentiría como un doble fracaso el hecho de además ser un mal padre. Pese a ser el primer trabajo en solitario de Claire Burger, la realizadora francesa se mueve con claridad y precisión a lo largo de lo poco más de hora y media que dura El verdadero amor. Quizás no haya muchas cosas nuevas por contar, puesto que este filme trata sobre tópicos habituales como las relaciones amorosas, el valor de la familia, el desgaste inevitable que a veces produce el paso del tiempo, el vínculo entre un padre y sus hijos/as y las diversas formas que tiene uno de salir de una crisis emocional. No obstante, Burger logra aportar un toque de frescura a la historia, recurriendo por un lado a elementos que se dan más en la actualidad, apoyada en un buen desempeño de cada uno de sus protagonistas (no solo de Lanners, sino también las dos pequeñas), más la fuerza de un guión perfectamente delineado, y un trabajo acertado en líneas generales. Sumamente recomendable.
Dolor y gloria es la nueva película del director de cine y guionista español Pedro Almodóvar, la vigesimoprimera de su extensa filmografía, de la que se destacan títulos como Mujeres al borde de un ataque de nervios, Tacones lejanos, Todo sobre mi madre o Volver, siendo Julieta de 2016 su última realización. En esta ocasión el cineasta español cuenta con varios de sus actores tradicionales, como Antonio Banderas, Penélope Cruz o Cecilia Roth, más algunos con los que no había trabajado previamente, como los casos de Leonardo Sbaraglia o Nora Navas. La historia de Dolor y gloria gira en torno a la vida de Salvador Mallo (Banderas), un director de cine en su ocaso, deteriorado mayormente por una sumatoria de problemas físicos. Algunos de ellos fuertemente vinculados a sucesos de su infancia, la cual parece estar más presente que nunca, sumado a una serie de eventos acontecidos en las décadas siguientes que también comienzan a aflorar. Una de las razones es la restauración de Sabor, un filme que realizó 30 años atrás, y que representó en su momento el distanciamiento con Alberto (Asier Etxeandia), quien además de ser protagonista de este, era su amigo. El paso del tiempo lleva a la reflexión a Salvador, quien decide reencontrarse con Alberto, hacer las pases, e invitarlo a la presentación de la restauración de la película en cuestión. Pese a parecer una buena idea en su concepción previa, los problemas de la actualidad de Salvador, sumado a aquellos no resueltos del pasado, y la dura instancia y complejidad de afrontarlos, no le serán gratos en absoluto. Podemos decir, en algún sentido, que Dolor y gloria se puede dividir en dos partes; en la inicial, Almodóvar presenta tanto a un personaje central, como a una trama sumamente interesantes, valiéndose de todos los recursos a su alcance para hacerlo, para mostrarnos con claridad el momento que pasa el protagonista, y la serie de conflictos que lo aquejan. Intercalando su presente, con sucesos de su infancia, Almodóvar nos cuenta la vida de Salvador Mallo, aquello que más lo marcó en sus primeros años, y la realidad que vive en la actualidad. La dinámica es exacta, ya que sin apuros, ni lagunas, nos introduce en un relato convincente, demostrando aquello que sabe hacer más que bien. Los problemas afloran en la segunda parte, donde el realizador español por momentos hace agua, algo que, al menos bajo mi entendimiento, le viene pasando en sus últimos largometrajes. Por un lado no puede escapar de sus fantasmas, de ciertos elementos que siempre usó, y que además de hacer su cine repetitivo, resultan innecesarios para la construcción misma del entramado de la historia, sin obviar que en la actualidad tienen menos valor que el que pudieran haber tenido hace 20 o 30 años. A su vez todo lo referido al desenlace no termina de ser convincente, y sobre su segunda parte se hace por momentos densa y un poco sosa, carente de sustancia. Esto no quita el valor de su primera mitad, pero no deja de ser un inconveniente, y que a la vez deja un sabor amargo, que hace sentir a uno que las mejores realizaciones de Almodóvar fueron hace tiempo, y que en esta década (por lo menos a mi) ninguna de las hechas terminan de convencer.