Historia de un amor recuperado, comedia de humor negro, celebración de la amistad, lucha de ingenio entre viejos retirados y negociantes inescrupulosos, juego de diálogo ingenioso y chispeante, intriga de risueño suspenso, cotejo de maldades y malicias entre dos generaciones, celebración del cine, de sus deliciosas artimañas, de sus actores, autores y técnicos, fábula políticamente incorrecta con moraleja totalmente correcta, eso, y algunas cositas más, es lo que ofrece la nueva película de Juan José Campanella.
Entre esas cositas figura un licor de almendras ya clásico, muy elogiado por el maestro Ibáñez Menta en la comedia de Martínez Suárez “Los muchachos de antes no usaban arsénico”. Campanella, que admira esa obra y a su autor, se inspira en ella. Pero no la copia. Al contrario, enriquece la trama, los personajes, la interpretación de nuestra sociedad, la suma de conflictos, y pone al frente esa historia de amor, que es muy humana y muy cinematográfica. Lo que pasa acá solo pasa en las películas, y ahí está el regocijo. Más aún, en las buenas películas, y ahí se suma la admiración. Sobre todo cuando se nota que están cuidadas hasta el mínimo detalle por todo el personal, delante y detrás de la cámara.
Admirable también, e imprescindible, la actuación de los intérpretes, pocos y tremendamente buenos: Graciela Borges, ya en el Olimpo, Brandoni, Martínez, Mundstock, Francella hijo, Clara Lago (¡que no necesitó doblaje para hacer de argentina!). Otro punto a favor: en ciertas películas hay guiños cinéfilos que solo hacen reír a los iniciados. Aquí, en cambio, están puestos con tal inteligencia que hacen reír a todo el mundo, aunque se ignore la referencia. Y un dato aparte: se estrena en 281 salas de todo el país, de Jujuy hasta Ushuaia pasando por Venado Tuerto. Otra que “Avengers”.