Viejos son los trapos
Inspirada en Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976), de José Martínez Suárez, El cuento de las comadrejas (2019) es la nueva película de Juan José Campanella (El Secreto de sus Ojos), una producción que recupera un estilo cinematográfico puro basado en la clásica estructura dramática de tres partes y que se apoya en las logradas interpretaciones de sus actores para transmitir su mensaje.
Las comadrejas a las que alude el título es un grupo de ancianos encabezado por Mara Ordaz (Graciela Borges), una actriz de la época de oro del cine, que habitan en una venida a menos mansión que dos jóvenes (interpretados por Clara Lago y Nicolás Francella) quieren vender en un negocio inmobiliario millonario.
Luis Brandoni, Oscar Martínez y Marcos Mundstock, componen al trio que secunda a Ordaz, el primero es el marido, un hombre lisiado que ha sabido acompañar a su mujer en la gloria y la decadencia aún con la sospecha de algún engaño amoroso por parte de ella, y los otros dos, director y guionista de las historias que hicieron grande a la actriz.
En medio de una lucha de intereses, los vínculos comienzan a resquebrajarse, y mientras la intérprete cree que puede volver a los medios a partir de su sensación de cariño y afecto popular, el resto de las comadrejas sólo ve un negocio que podría ayudar a que cada uno pueda tener su espacio y vivir alejado de los demás para subsistir en sus últimos días.
Fundada en la nostalgia de aquello que ya no es, y aquello que puede perpetuarse en mentiras y engaños, El cuento de las comadrejas revisita la comedia más popular a partir de la incorporación del humor como vehículo y motor del guion para contraponer la imagen real de los grandes protagonistas reales del relato con aquellos que la pantalla devuelve por proyección.
Borges brilla como Ordaz, una Norma Desmond autóctona que vive del recuerdo y de las falacias que el resto de sus compañeros le dicen y quiere escuchar, una especie de diario de Irigoyen que al momento de revelarle la verdad no será otra cosa más que el impulsor de una serie de epítetos y gags que potencian algunos momentos actorales y contrapuntos con Martínez y Brandoni, figuras clave de la historia.
El cine de Campanella responde a un modelo narrativo clásico en el que generalmente los estereotipos fundan la psicología de sus personajes, pero que en esta oportunidad la ambivalencia y sospecha de los roles, la devoción con la que filma a Borges (entrañable el momento en el que sobre su rostro se proyectan imágenes de películas de antaño), potencian un conflicto basado en la complicidad de un secreto que mantienen de manera solapada en conjunto y que será revelado recién al finalizar la obra, momento en el cual el amor con el que se desarrolló el relato, principalmente por las actuaciones protagónicas, concluye con un moño la propuesta y que traspasa la pantalla.