Las cosas no vienen pintando bien para John Cusack. Sin dudas es una buen actor, pero su época de gloria ha pasado y los últimos trabajos que ha tenido que agarrar para seguir pagando el alquiler son, cuando menos, cuestionables. Sin dudas hay más filmes, pero los últimos que me vienen a la mente son Hot Tube Time Machine y la película que ahora nos ocupa, la cual es demasiado rutinaria y poco satisfactoria. Quizás sea hora de que Cusack cambie de agente o que desembarque en la TV, porque a este paso pronto lo veremos en algún filme lamentable al lado del otrora idolo (y hoy lamentable geronte) Matthew Broderick.
Sinceramente el desempeño de Cusack es el menor de los problemas de El Cuervo. Aplicando nuestro habitual cinismo profesional, afirmaremos que éste es un policial de época hecho sin inspiración y de manera mecánica. Algún cráneo hollywoodense pensó que podía prenderse de la cola de Sherlock Holmes (y su secuela), y poder chupar algún que otro dólar con un esquema similar. Imaginen esto: asesino serial del siglo XIX, imitador de las muertes descriptas por Poe en sus inmortales relatos. Entra Nathan Fillion... no, digo Edgar Allan Poe, y comienza a asesorar a la policía en la resolución del caso. Las inexactitudes históricas se acumulan por toneladas (para comenzar, en 1849 no había cuerpos policiales profesionalizados, técnicas forenses, y ni siquiera se había inventado el término "asesino serial", el cual data de 1970!), pero es lo de menos. La mayoría de estos personajes usan la lógica por ráfagas (o cuando se le activa el chip) y por ello hay momentos en que se le ocurren cosas brillantes, otras en que inventan siderales bolazos y otras en que se les apaga directamente el cerebro. Por ejemplo, una de las victimas muere en un péndulo - de la historia El Pozo y el Péndulo, en donde una guillotina accionada por un enorme mecanismo de relojería va bajando varios centimetros por segundo mientras se bambolea sobre el abdomen del prisionero -. Por supuesto el tipo queda hecho fetas como si fuera 100 gramos de salame fino cortado a máquina. Mientras que la secuencia está ok, a ninguno de los investigadores se les ocurre averiguar el origen del péndulo ni quién lo fabricó. Digo: esas gigantescas máquinas de tortura no se venden en los kioscos (!), así que alguien tiene que haberlo encargado a pedido. Mientras que el libreto se hace el otario sobre ese detalle, por el otro se despacha con una rebuscadisima serie de pistas para hallar la latitud y longitud de donde podría estar aprisionada la novia de Poe.
El otro gran problema de El Cuervo es que la intriga es insatisfactoria. Hay un asesino serial, hay muertes espectaculares, y hay pistas intrincadas; el punto es que matan a tanta gente que los sospechosos pronto se acaban y el mas improbable - pero que termina siendo uno de los pocos que sobreviven - termina siendo el homicida. Jamás se siente la historia como un verdadero acertijo que rete a la inteligencia del espectador, sino que es una excusa boba para ver asesinatos truculentos y a John Cusack intentando imitar desesperadamente a Robert Downey Jr (al menos hay momentos en los que lo logra).
Considerando que esto viene de la mano del mismo director de V de Vendetta, El Cuervo resulta decepcionante. Es relativamente pasable, se deja ver, pero tiene su cuota importante de huecos de lógica y los últimos 20 minutos están atados con alambre. Y eso arrastra los méritos del filme, los cuales no eran muchos pero eran respetables.