La leyenda del escritor maldito
"El cuervo" funciona como película de suspenso sin pretenciones pero está lejos de ser un buen tributo a Edgar Allan Poe
La muerte de Edgar Allan Poe el 7 de octubre de 1949 ha generado una larga lista de versiones que incluyen como causas más o menos probables el alcoholismo, el suicidio y el asesinato. El cuervo se vale de este signo de interrogación marcado sobre los últimos días del escritor norteamericano para proponer una tesis fabulosa, digna de la imaginación del artista retratado.
Si bien la película es tan fiel a la biografía de Poe como el Billiken a nuestros próceres nacionales, y arma con su vida un rompecabezas donde datos verdaderos encajan en episodios falsos, no sería justo acusarla de delito de tergiversación histórica, porque desde el principio queda claro que se trata de una ficción. Incluso, podría decirse que este homenaje a Poe es un tributo a su espíritu de invención antes que a su desdichada existencia.
Más allá de una fotografía y una escenografía que siguen el principio visual canónico de que el siglo XIX siempre tuvo un clima nublado, lluvioso y gris y que la mejor forma de reproducir su atmósfera son los claroscuros y los paisajes brumosos, lo que se destaca de El cuervo es la intención de combinar en una intriga de corte policial diferentes elementos de los famosos cuentos del autor de Corazón delator.
Desafortunadamente, los guionistas (una con el intimidante apellido de Shakespeare)agotaron todo su arsenal de ideas en la construcción de la trama, y se olvidaron de que en una película histórica, basada sobre un personaje real, es conveniente profundizar al menos en la psicología de los protagonistas, aun cuando éstos sean absolutamente ficticios. Un actor como John Cusack metido en el traje de un Poe de Noche de Brujas se parece bastante a un desperdicio.
Tampoco las escenas sangrientas inspiradas en los cuentos clásicos se acercan a las adaptaciones realizadas por Roger Corman, guionadas por Richard Matheson y protagonizadas por Vincent Price en la década de 1960. La resolución del conflicto básico (el enfrentamiento de Poe contra un asesino que se inspira en sus cuentos para matar) se lleva todas las energías del argumento y deja exhaustos a los otros aspectos dramáticos del relato, como son las motivaciones del asesino, la parálisis creativa del escritor tras la muerte de su esposa, el odio que siente hacia el padre de su nueva amada y la tensa amistad con el detective que investiga los casos.
Son justamente esos espacios en blanco los que podrían haber elevado a El cuervo a algo más que una simple fábula de suspenso sobre un escritor maldito.