Lejos de las grietas y los pantanos de Poe
De manera paradójica, el ánima de Edgar Allan Poe está a salvo. La película El cuervo, desafortunadamente, no es otra cosa que cualquier cosa. Menos Poe. En otras palabras, una película que nada tiene que ver con su literatura.
¿Con qué tiene que ver El cuervo? Con un entramado "policial" que encuentra su modus operandi en situaciones puntuales así como referidas a los cuentos del gran Poe. Motivo por el cual, policía y escritor, en pleno Baltimore 1849, se ayudarán mutuamente en esta búsqueda literaria/criminal. Así dicho, todo muy atractivo.
Entonces, ¿por qué no se vincula El cuervo con la literatura de Poe? Porque nada hay en el film que se contagie del desasosiego de sus historias, de la humedad de sus páginas, de sus féretros de sangre vieja y madera desgarrada, del clima de pantano sobre el que descansa una mansión en grietas, del maullido de la muerte, del miedo que no puede decirse, o del graznido poético de un cuervo viejo. Claro que Poe es esto, pero es mucho más. Es también la génesis del relato policial, es la analítica de Dupin, es el desafío intelectual, es el misterio contra la razón; es la permanencia, en suma, de lo irresuelto una vez resuelto. (O no habría habido, de lo contrario, Conan Doyle y descendencia).
Imposible sería entonces confundir en esta película sus citas a los cuentos con la evanescente angustia de sus lecturas. Esta última es la tarea más difícil de procurar. Muchas veces posible. Allí el trío Corman/Matheson/Price en los '60, El gato negro de la Universal en los '30, la vanguardia lírica de Epstein (de fundamento para el futuro Buñuel), la maestría checa de Svankmajer, o el Toby Dammit de Fellini. Responsabilidad cinemática?moral que El cuervo resueltamente evita pero tramposamente plantea. Es por eso que cualquier película del laureado -?por clase B-? realizador italiano Lucio Fulci será muchísimo mejor que este Cuervo endeble; su Gatto nero (1981), de hecho, supera con creces bizarras a la parodia de interpretación histérica de John Cusack. En El cuervo, como si no fuese suficiente, no faltará el momento donde el asesino salte por el aire con un atuendo demasiado parecido al "anarquista" de V de venganza (2005), film anterior del mismo realizador. Cualquier cosa.
Se dijo sobre lo histérico de Cusack -?¿y lo taciturno, melancólico, y romántico? ¿dónde??-, pero también habrá de decirse sobre lo desaprovechado que está el gran Brendan Gleeson, del anodino detective interpretado por Luke Evans, y del generoso escote de Alice Eve: gran momento en el que emerge del ataúd, voluptuosamente vuelta a la vida. Casi un toque Hammer. Pero no alcanza.
Inscripta en el sesgo dado por la vuelta al cine de Sherlock Holmes, las fusiones transgénero de Abraham Lincoln: Cazador de vampiros, y las balas disparadas en planos detalle, El cuervo resulta una pálida mixtura. Tan torpe como pésima.