Y el cuervo dijo: “nunca más hagan películas así”
Luego de haberla visto, creo que no puedo decir que El cuervo sea una película pretenciosa. Es mala sí, pero, en todo caso, la palabra que la describe mejor es disparate. Aventuro una hipótesis: como espectadores, todos tenemos un nivel diferente de tolerancia a la estupidez, es decir, no todos podemos soportar el mismo nivel de incongruencias, arbitrariedades, falta de rigor o exageraciones. El cuervo (y el frío de la sala) superó mi tolerancia en treinta minutos, aunque me quedé hasta el final.
Hablando un poco de la película, El cuervo pretende contar los últimos días de la vida de Edgar Allan Poe, o al menos así formula su mentira desde la placa del comienzo. En realidad, no hay demasiado misterio. Si bien hay un hueco en la biografía del escritor de Baltimore acerca de lo que anduvo haciendo los últimos días de su vida, lo que se sabe es que terminó enfermo, loco, intoxicado y triste. El film de James McTeigue (V de Venganza) viene a develar las últimas “aventuras” del bueno de Edgar. En rigor, transcurre en ese período de tiempo, pero lo que cuenta (o intenta contar) es otra cosa. Al fin de cuentas, El cuervo es un sórdido policial mal hecho, un caos de personajes e información mal dosificados.
Y ya que estamos hablemos un poquito de literatura: Edgar Allan Poe inventó el género policial clásico. Me refiero a esos relatos con crímenes complejos que son resueltos por un detective muy racional e inteligente. Sin Dupin (el detective que inventó Poe para sus relatos) no hubieran existido ni Sherlock Holmes, ni Poirot, ni el Padre Brown, etcétera. Además Borges aclaraba (sí, cito a Jorge Luis es porque soy re culto) que el aporte más importante de Poe había sido la creación del lector de policiales, es decir un lector que duda de lo que le están contando, o mejor dicho, descree, porque sabe que le están mintiendo y en conclusión aborda la obra con una recelosa actitud. Si aplicáramos esta observación de Borges a nosotros espectadores de cine del siglo XXI podríamos ver que aún está vigente. Ya nos sabemos absolutamente todos lo “trucos”, giros dramáticos, sorpresas y mecanismos, miramos todo con desconfianza. Sin embargo, si estos yeites narrativos están bien utilizados, todavía funcionan. Bueno, ese es el principal problema de El cuervo: la falta de capacidad y pulso narrativo, sorprendente para McTeigue, quien había hecho bien las cosas en al menos V de Venganza.
Entonces tenemos por un lado al bueno de John Cusak, intentando un personaje difícil, un Poe que nunca fue. Que está lleno de vida pero que sabemos deberá convertirse en un cadáver viviente en poco tiempo. Y encima, debido a la torpeza del guión (del cual uno de los autores se apellida, paradójicamente, Shakespeare), su Poe se la pasa presentándose, recitando sus poemas o explicando en qué se parece tal o cual crimen a sus relatos. Más allá de las torpes referencias, tenemos también una recreación post El juego del miedo de los crímenes de los relatos de Poe. Sin nada de sutileza, veremos hechos de sangre y violencia híper-explícita, fuera de registro y que además en muchos momentos son absolutamente arbitrarios.
Hacia el final, este tipo de relatos debe acotar las posibilidades de resolución, para retener la atención y el interés. Jamás en sus 110 minutos hay un atisbo de esto en El cuervo. Entonces, cuando está por terminar, uno se pregunta: “¿por qué debería importarme? Si el asesino puede ser cualquiera y hace una hora que me estoy aburriendo”. Ojala Dios se haya apiadado de tu pobre alma Edgar, porque Hollywood no lo hizo.