Con una puesta en escena que evoca el gusto por el horror y el suspenso de las viejas producciones de Hammer, compañía inglesa relanzada el año pasado con “La dama de negro”, “El cuervo” honra una tradición de cine de suspenso, con algunos toques de sangre y crímenes que parecen imposibles de resolver. En este caso se trata de un recorrido por algunas de las obras de Edgar Allan Poe. La trama comienza en Baltimore en el siglo XIX, con un Poe fracasado, desesperado por dinero y alcohol, y enamorado de una mujer cuyo padre lo desprecia. Pero su vida desquiciada se transforma cuando un asesino serial comienza a llevar a la realidad los crímenes que se describen en algunas de sus obras, mientras deja pistas relacionadas con “El tonel de amontillado”, “El extraño caso del señor Valdemar” o “La máscara de la muerte roja”.
El autor de “El cuervo” resulta el primer sospechoso, pero pronto se transforma en el único capaz de predecir cómo el próximo crimen, una de cuyas víctimas podría ser su novia. Con ingenio, el director despliega una suerte de ilustración ágil sobre aquellos relatos. “El cuervo” es, también, un recorrido por la vida agitada de este creador, una complejidad que el inexpresivo John Cusack (podría disputarle el podio a Bill Murray) intenta mostrar sin mucha suerte, y que los esfuerzos del director logran disimular.