Un descuido o una simple distracción pueden desatar un drama. Y si los que están implicados son chicos, tal vez desemboque en una tragedia. Eso es lo que le sucedió a Luisa (Sofía Gala Castiglione), empleada de una fábrica de artesanías industriales y que, en sus tiempos libres, trabaja como niñera.
Ella es responsable, aplicada y cumplidora pero, por un accidente inconsciente, mientras cuidaba a un nene, debió recurrir a Miguel (Mariano González), su novio, para que la ayude. Lo que suponía ser un inconveniente pasajero, una cadena de errores provocó una intoxicación con drogas y el niño debió ser internado.
Mariano González, que también dirigió esta película pone en foco un tema discutible: las responsabilidades que tiene un adulto y que, en ciertos casos, como un desliz involuntario, no tiene redención posible aunque sólo termine siendo una anécdota.
El film es un drama con todas las letras. El manejo de la culpa y los sentimientos encontrados viven a flor de piel en la interpretación de Sofía Gala, cada vez mejor actriz, aunque, si no fuese por ella, la narración no podría sostenerse con claridad y caería en la intrascendencia. Si bien la obra tiene una breve duración y el director una profunda claridad sobre lo que quiere contar. y del modo en que quiere transmitir su idea, hay algún punto contradictorio del guión. Porque la protagonista se muestra siempre perseverante con sus acciones, si bien, al momento de generar un encuentro personal con los padres del chico llamativamente no lo logra. Posiblemente el criterio utilizado es para que la historia fluya y llegue a buen puerto, pero este detalle puntual hace un poco de ruido y genera preguntas al finalizar la proyección.
El relato es dinámico, sólo con sonido ambiente para imprimirle un mayor realismo. Luisa va y viene. Es incansable. En cada escena está presente, jamás está tranquila, mientras que la preocupación aumenta junto al dolor intenso del alma. No consigue consuelo, su novio no la apoya como quisiera, y los damnificados le dan la espalda. Sólo el trabajo en la fábrica la mantiene en pie.
Cuidar a otros, sin importar la edad de la persona dejada en guarda, no es sencillo. No confiarse nunca, estar atenta pues pensar que a ella no le puede pasar nada es una lección que Luisa aprendió a la fuerza y le dejó una marca imborrable en su ser.