Un buen realizador no solo está atento a las historias que pueda contar por cuestión de vivencias o lo que leyó en los diarios, vio en la calle o en los noticieros. También puede ser algo sencillo y cotidiano, un detalle que realizamos constantemente al punto que la inercia puede hacernos olvidar de lo indispensable que es. Un pequeño detalle como este es el punto de partida de El Cuidado de los Otros.
Los Niveles del Cuidado
El Cuidado de los Otros es una trama de enorme fluidez. Una clave de ese logro es que un detalle pequeño como dejar la llave adentro, desata una reacción en cadena de conflictos que se expande hasta sus últimas consecuencias.
La estructura narrativa se divide en dos mitades, cada una con un foco de cuidado; uno específico y otro indeciso. El primero, el específico, es el cuidado de la protagonista del niño a su cargo, y es la odisea por encontrar la llave. El realizador, con mucho ingenio, sostiene la tensión de manera tal que no solo empatizamos con la protagonista, sino que se hace muy identificable para el espectador que pudo tener un incidente similar.
El segundo foco, cuando decimos que es indeciso, no lo decimos por valoración sino por una clara necesidad dramática que satisface el guion, ya que se sostiene en la elección que deberá hacer la protagonista: ¿a quién cuida esta vez?, ¿al niño? ¿a su novio para que no vaya a la cárcel? ¿a sí misma? Es esta duda la que consigue mantener en pie la propuesta, llevándola de un terreno donde manda la trama hacia uno donde predomina lo psicológico, el desarrollo de personaje y los temas sobre la responsabilidad en los que se inscribe la película.
El trabajo de cámara es uno necesariamente claustrofóbico. Establece con claridad el punto de vista en el que se inscribe, ya que no se despega de la protagonista en ningún minuto. Esto, por otro lado, es complementado por la labor de Sofía Gala Castiglione, cuyo rostro, cuyas reacciones, pueblan El Cuidado de los Otros y son el vehículo mediante el cual el argumento del film llega a buen puerto.