Ciencia ficción de la vieja escuela
Nuevamente la ciencia-ficción pisa el universo cinematográfico y se basa en la exitosa novela homónima de Lois Lowry, bajo la batuta de Philip Noyce, quien en otros tiempos eligió la acción y la intriga polìtica en Juego de patriotas.
Acá el futuro encuentra a una sociedad dócil que vive tranquila y manejada por gente adulta que borró los recuerdos de la humanidad. El joven Jonás (Brenton Thwaites, de Maléfica), es elegido para recibir las memorias, sentimientos y se convierte en el nuevo eslabón que se opone a un sistema del que comienza a sospechar.
Con ecos de Fuga en el siglo XXI y con el recurso visual que mezcla blanco y negro con color para mostrar los cambios de un mundo manejado según las conveniencias, la pelìcula de Noyce está concebida a la antigua, despojada de efectos digitales, pero sin el nervio narrativo (salvo en el tramo final) o la atmósfera que tuvieron otros trabajos del realizador.
Entre experimentos y maniobras oscuras, el joven héroe inicia un camino lleno de obstáculos con un bebé en brazos que pone esperanza en un horizonte que aún vislumbra varios peligros. En ese contexto, asoma una Meryl Streep de cabellos largos y grises, como la jefa de la sociedad, mientras que Jeff Bridges encarna al Dador de recuerdos. Ni siquiera la presencia de estos intérpretes equilibra la balanza en una trama que combina frases de manual de autoayuda, con humanismo y heroìsmo.