El mundo de hoy se ve aquejado por pobreza, violencia y desigualdad. Pero, ¿qué pasaría si esto se revirtiera de alguna forma, si la sociedad de repente cambiara y se transformara en una sociedad justa y equitativa para todos? ¿Cómo cambiaría la convivencia entre los humanos si todos tuviéramos acceso a los servicios básicos, si nadie pasara hambre ni le faltara salud o educación? Suena perfecto, ¿verdad? Pero la verdadera pregunta es: ¿Qué estarían dispuestos a sacrificar por esta “vida ideal”?
El Dador de Recuerdos aborda este tema a través de los ojos de Jonás (Brenton Thwaites), quien vive en una sociedad cuasi-idílica, donde todos los habitantes gozan de las mismas condiciones de vida. Todos los niños asisten al colegio hasta los dieciocho años, cuando los “elders” o los mayores de la Comunidad los asignan a las tareas que deberán realizar por el resto de sus vidas. La historia comienza cuando Jonás es asignado como “Recibidor de los recuerdos” lo que significa que tendrá que pasar sus tardes con el “Dador de Recuerdos” (Jeff Bridges), una posición de privilegio en la Comunidad. Su trabajo consistirá en recibir todos los recuerdos y experiencias ocurridas anteriores a la Comunidad que los Mayores han decidido olvidar. Éstos incluyen toda clase de recuerdos: desde un paseo en la nieve hasta guerras y sufrimiento, y el más importante, amor. Todas sensaciones que hacen que Jonás se empiece a dar cuenta todo lo que los humanos han sacrificado para tener igualdad. Allí es cuando nota que quizás su sociedad no es tan idílica como pensaba.
Basada en la novela homónima de Lois Lowry editada en el año 1993 (parte de una trilogía) y dirigida por Phillip Noyce (El Coleccionista de Huesos), la película El Dador de Recuerdos termina dejando gusto a poco. El libro es bastante simple, la verdad es que sólo se centra en una pelea interna que tiene Jonás y su relación con el Dador. Pero en la película, el guión fue adaptado de tal forma que (quiero creer) resultara más dinámico, se agregó una historia de amor con Fiona (Odeya Rush) y la figura de Meryl Streep como la Chief Elder (la jefa de los mayores) que hace las veces de personaje antagónico. Pero así y todo, una vez que termina la película, el espectador puede quedarse vacío. Como que perdió casi una hora y media de su vida en una historia banal y hasta aburrida. Si bien el libro toca algunos temas interesantes, como la eutanasia y el derecho o la posibilidad de la muerte digna, la película no se atreve a profundizarlos. Una lástima, porque comprometerse con un tema tan delicado la hubiera separado de todas las “sagas adolescentes” que han estado copando las taquillas.
En lo positivo podemos resaltar que el trabajo de fotografía (llevado a cabo por Ross Emery) es impecable y llama la atención, porque en un principio, vemos todo en blanco y negro. Esto es, claro, hasta que Jonás empieza a “recordar” y su mundo comienza a llenarse de color de a poco.
En conclusión, aunque no es una película muy jugada, si la miran la van a pasar bien, pero al final quizás salgan pensando que podrían haberse comprometido un poco más. Veremos que nos depararán las siguientes dos películas. Si es que deciden producirlas, claro.
Por Mariana Van der Groef