Nada es lo que parece Al principio del film, Jojo Rabbit puede causar en el espectador cierta incomodidad: realmente se siente un poco raro empatizar con un personaje que tiene un cuarto empapelado con propaganda Nazi y que tiene un amigo imaginario que es, ni más ni menos, que Adolf Hitler (Taika Waititi). Pero no queda otra: Jojo (Roman Griffin Davis) será nazi pero además es un niño adorable de 10 años cuyos ojos llenos de inocencia no terminan de comprender que lo que aprende en las Juventudes Hitlerianas no es del todo cierto, por ejemplo, que los judíos duermen boca abajo como los murciélagos o que Hitler cabalga en unicornios. Hacer humor con un momento tan doloroso de la historia de la humanidad como es la Segunda Guerra Mundial, Hitler y el Holocausto, puede ser complicado. La línea que separa el humor de la falta de respeto puede ser muy delgada y, si no se tiene cuidado, puede cruzarse fácilmente; pero Taika Waititi logra su cometido con éxito. El director neozelandés utiliza su característico humor irónico e irreverente para retratar el final de la Segunda Guerra Mundial, con una Alemania casi derrotada y a punto de ser invadida por los Aliados. En el medio de todo está Jojo que, un día, luego de sufrir un pequeño accidente con una granada en el campamento de las Juventudes Hitlerianas, se entera de que su madre ha estado escondiendo en su casa a una joven judía (Thomasin McKenzie). Allí es donde comienza a darse cuenta que la realidad era un poco diferente a la forma que le habían contado. Lo más interesante de Jojo Rabbit es, sin dudas, su humor: un humor políticamente incorrecto que no se utiliza para matizar los horrores y sinsentidos de la guerra, sino más bien para resaltarlos y reírse de ellos. Y esta idea es reforzada por los personajes adultos de la historia: lejos aclarar las dudas de Jojo con respecto a los judíos, éstos lo terminan confundiendo aún más y profundizando las ideas más ridículas que tiene acerca de éstos supuestos enemigos de Alemania. Otro factor a destacar de Jojo Rabbit son sin dudas sus excelentes actuaciones, sobre todo las de Sam Rockwell y Scarlett Johansson: Rockwell interpreta al Capitán Klenzendorf, un oficial nazi que dirige el campamento de las Juventudes Hitlerianas y no es tan rudo como parece.
La responsabilidad que J.J Abrams asumió a la hora de dirigir The Rise of Skywalker fue titánica: no sólo tenía que hacer honor a la saga original de George Lucas, sino también reparar los errores cometidos en The Last Jedi (que fueron unos cuantos) y al mismo tiempo darle un final satisfactorio a esta nueva saga que comenzó allá por el año 2014 con The Force Awakens. Ciertamente no pudo haber sido tarea fácil, pero se las arregló bastante bien. La historia arranca bien arriba: Kylo Ren (Adam Driver), ahora Líder Supremo de la Primera Orden, recorre los lugares más recónditos de la galaxia buscando el origen de una misteriosa grabación que parece provenir del difunto ex Emperador Palpatine. Rey (Daisy Ridley), por su lado, entrena duramente para convertirse en una Jedi y así poder ganarse el sable láser de Luke (Mark Hamill), bajo la mirada atenta de la General Leia Organa (Carrie Fisher). Pero no consigue lo que quiere, porque la carcome una contradicción interna que no termina de comprender… The Rise of Skywalker no es una película de Star Wars: es LA película de Star Wars. ¿Qué significa esto? Que hay más Star Wars en esta última película que en todas las demás juntas. Y tiene sentido, ya que viene a cerrar un arco narrativo que lleva construyéndose por más de 40 años. Tenía que ser, por lo menos, un final ÉPICO. Y realmente lo es. J.J. Abrams logró volver a capturar esa mística característica del universo Star Wars, que se había perdido en la entrega anterior (The Last Jedi). Y si bien una de las grandes críticas que ha recibido The Rise of Skywalker es que parece sólo hecha para sus fanáticos (y es cierto), no veo porqué esto tiene que ser algo negativo. Star Wars es una historia que traspasa la pantalla y que ha acompañado generaciones de fans a lo largo de sus vidas, ¿por qué no hacer una película para dejarlos satisfechos y felices? Además, no todo es “fan service”: también se toma su tiempo para contestar una gran parte de las incógnitas que habían dejado las entregas anteriores; resuelve satisfactoriamente los puntos más criticados de The Last Jedi e introduce nuevos personajes e historias que podrían continúen en futuras películas. ¿Tiene problemas? Claro que sí. Como cualquier película de Star Wars, no tiene un guión muy elaborado ni una historia muy compleja: por momentos puede parecer predecible y hasta inocente; los malos son siempre muy malos y los buenos siempre muy buenos; y el bien siempre debe triunfar sobre el mal. ¿Pero a quién le importan estas nimiedades cuando podemos volver a ver a Lando Calrissian (Billy Dee Williams) pilotando el Millennium Falcon por última vez? Y para ser justos, también tiene algunas sorpresas que son realmente emocionantes (aún más si sos fanático de la saga, claro). Me atrevo a decir que tanto aquellos que crecieron con la historia como los nuevos fanáticos que se sumaron en estos últimos tiempos, van a disfrutar muchísimo y quizás hasta derramen un par de lágrimas con este gran final digno de Star Wars. (Por lo menos hasta que Disney decida reiniciar la historia otra vez.) Por Mariana Van der Groef
Volver al Overlook Qué tarea difícil la que le tocó a Mike Flanagan, ¿no? Incluso para un director con experiencia en el género del terror, reconciliar los mundos creados por Stephen King y Stanley Kubrick no pudo haber sido sencillo. Y habiendo visto la película, se nota que no lo fue. Dr. Sleep arranca siguiendo a un Danny Torrance (Ewan McGregor) que ya es todo un adulto y que, como muchos adultos, no puede dejar de repetir la historia de su padre. Ahora Danny pasa los días adormeciendo su Resplandor, con alcohol y drogas, pero intenta rehacer su vida como enfermero en un hogar de ancianos. Por otro lado, conocemos a la pequeña Abra (Kyliegh Curran) que tiene un Resplandor tan poderoso que puede conectarse con Danny a la distancia (en una especie de msn mental) y que tiene la mala suerte de llamar la atención de los villanos de turno: una pandilla muy macabra de ex-humanos que se alimentan del Resplandor de otros. La película es larga, dura 151 minutos. Se toma todo el tiempo del mundo para presentar las situaciones, a los personajes y a los villanos, que son lo más interesante que tiene la historia, básicamente. La mejor de ellos es, sin dudas, Rose the Hat, la macabra líder del clan que es la que se encarga de encontrar a los niños que tienen el Resplandor. Rebecca Ferguson nos regala una interpretación soberbia: sutil pero intensa, digna de una gran villana de película de terror que tortura y se alimenta de niños. El otro gran villano que reaparece y que es encajado a la fuerza en la historia es el Overlook, el hotel de la saga inicial. Nunca dejó de atormentar a Danny desde los eventos del Resplandor y que ahora en Dr. Sleep casi hasta le da una mano. Con la aparición del Overlook, todo lo demás pasa a un segundo plano y la película pisa el acelerador de repente: personajes empiezan a morir sin ningún tipo de ceremonia más que para cortar cabos sueltos y el hambriento hotel se prepara para ser el escenario de la batalla final. Batalla que pasa sin pena ni gloria y cuya única finalidad es llevar la historia de vuelta al lugar de los inicios. Allí es donde radica el verdadero problema de Dr. Sleep: más que una película es una gran excusa para volver al Overlook. La historia parece forzada, como si se tratara en realidad de dos historias distintas obligadas a convivir en la misma película. Y si lo pensamos seriamente, algo de esto es lo que ocurre en realidad: al fin y al cabo, Dr. Sleep está basada en la secuela de un libro de Stephen King que nunca vimos representado en El Resplandor (1980) de Stanley Kubrick, que hizo su propia versión de la historia; y al mismo tiempo, se utilizaron muchas de las escenas de este ícono del cine para construir la secuela. Esto sin mencionar que algunas de las escenas más icónicas de El Resplandor (Here’s Johnny!) fueron recreadas en Dr. Sleep, pero con distintos actores. No comments. El resultado es un híbrido que no termina de funcionar. De todas formas, y para ser justos, las dos horas y media que dura Dr.Sleep se pasan volando y la película tiene una buena construcción de la tensión y el suspenso que es la base de cualquier película de terror. Me atrevo a decir que cualquiera que disfrute de las oscuras historias del prolífico Stephen King no saldrá decepcionado (en cuanto a los demás mortales, quizás sí quedarán). Por Mariana Van der Groef
¿Lo bueno, si es viejo, es dos veces bueno? Dicen los que saben que todas las historias ya han sido contadas y que las que creemos nuevas son las mismas historias de siempre pero recicladas. Disney pareciera ser un defensor acérrimo de esta idea, ya que no para de estrenar remakes de sus propias películas, sólo que en versión live-action: lo hizo primero con Cenicienta (2015), después con La Bella y la Bestia (2017) y ahora le tocó el turno a Aladdín. Todos conocemos la historia: Aladdín, un pibe pobre que se enamora de una princesa; un villano con ganas de dominar el mundo porque sí; un sultán que es un inútil; un Genio de la lámpara bastante histriónico que viene a rescatar a Aladdín de su pobreza; Aladdín que se salva pero, carente de conciencia social, se olvida de sus orígenes y comienza su vida de rico junto a la princesa; una princesa que se queda bien callada mientras un flaco que no sabe nada de gobernar un reino termina siendo sultán, lugar que le correspondería a ella si no fuera porque vive en una sociedad patriarcal y ella es mujer. Menos mal que cuando la vimos éramos chicos y sólo nos quedó el recuerdo de la fantasía y la magia, ¿no? Por suerte tuvieron el buen tino de traer a Aladdín al siglo XXI y “modernizaron” la historia: ahora tenemos al mismo pibe pobre pero con conciencia social; al mismo genio que viene a salvar a Aladdín (Mena Massoud) pero que es un poquito menos histriónico; un sultán menos inútil (aunque sigue siendo bastante inútil, la verdad); un villano que quiere dominar el mundo pero que tiene sus razones y por fin, una princesa empoderada (Naomi Scott) que no se calla más (y que lo deja bien en claro cantando a los cuatro vientos). Para ser completamente sinceros, el cambio en la historia es bienvenido. Si bien a aquellos que crecimos mirando las películas de Disney no nos termina de gustar que hagan tantas modificaciones a las historias originales, es un cambio positivo para los públicos más jóvenes. Otro gran acierto de Aladdín es que los actores saben CANTAR. Esto parecería ser un dato menor gracias a las maravillas que puede hacer la tecnología con las voces menos pudientes, pero la verdad es que hay mucha diferencia entre un actor que intenta cantar y otro que sabe cantar. El mejor ejemplo lo podemos encontrar en La Bella y la Bestia: no importa cuánto amemos a Emma Watson (nadie podría haber interpretado mejor a Bella), no sabía cantar y se notó. En Aladdín, todos los actores CANTAN (¡y cómo!). Ésto, sumado a la puesta en escena, la coreografía y el vestuario al mejor estilo Bollywood, hacen de los momentos musicales de Aladdín un festival de colores vibrantes que es verdaderamente impactante. Uno de los puntos más cuestionados de Aladdín y que recibió críticas negativas incluso antes de haber sido estrenada fue sin dudas, el Genio. Pero contra todo pronóstico y superando ampliamente las expectativas, resultó ser lo mejor de la película. Interpretado por Will Smith (Men in Black), obviamente no se trata del mismo Genio que hizo Robin Williams (porque intentar imitarlo habría sido un grave error), pero la verdad es que como «comic relief» está bien logrado. De la dirección se encargó Guy Ritchie (responsable de las dos Sherlock protagonizadas por Robert Downey Jr.), un director con un estilo muy característico y claramente visible en Aladdín: fan de las cámaras ralentizadas, de la persecusiones con planos temblorosos y un humor un tanto absurdo. Todo esto hace que se pierda la fantasía y la magia a la que Disney nos tiene acostumbrados y por momentos, Aladdín pareciera ser una película de Guy Ritchie con algunas canciones. Pero el verdadero problema que tiene Aladdín es el villano. La elección de Marwan Kenzari como Jafar no es la más acertada, ya que la actuación resulta exagerada, incluso forzada por momentos y poco creíble. Para ir cerrando, las películas live-action de Disney terminan siendo una especie de armas cinematográficas de doble filo. No importa cuán buenas sean, nunca serán tan buenas como las originales. O mejor dicho, nunca estarán a la altura de los recuerdos que tenemos de ellas. Y a pesar de esta necesidad que parece tener la industria del cine -Disney especialmente- de revivir y reversionar una y otra vez las mismas historias, quizás sea hora de poner la energía (y los enormes presupuestos) en crear nuevas. Por Mariana Van der Groef
La Otra Dimensión Happy Death Day se estrenó allá por el año 2017 y se trató de una agradable sorpresa: una especie de Día de la Marmota (1993) pero de terror al mejor estilo Scream (1996), en la que una joven (Teresa “Tree” Gelbman) revivía una y otra vez el día de su muerte hasta que finalmente descubría a su asesino (o mejor dicho, a su asesina ¡SPOILER ALERT!) y terminaba con su tormento. ¿Original? No. ¿Simpática? Sí. ¿Memorable? Para nada. Pero se dejaba ver: tenía una trama sencilla, con momentos de tensión bien llevados y giros argumentales respetables. Feliz Día de tu Muerte 2 continúa con la misma premisa de la primera entrega: Tree (Jessica Rothe) vuelve a quedar atrapada en el loop interminable del lunes 18, sólo que esta vez, gracias al mal funcionamiento de un proyecto de ciencias de Ryan Phan, compañero de cuarto de Carter (alias el personaje más intrascendente de la historia), es transportada a una dimensión paralela. Tree se verá entonces en la encrucijada de elegir si volver a su propia dimensión o quedarse en la nueva, donde su madre está viva pero, horror de los horrores, Carter (Israel Broussard) está de novio con la superficial Danielle (Rachel Matthews). Escrita y dirigida por Christopher Landon, la segunda entrega de Happy Death Day logra despegarse de su antecesora, modificando la fórmula lo suficiente como para diferenciarse pero no perder su estilo. También se aleja del género de terror “slasher”, para convertirse en una comedia un tanto bizarra mezclada con ciencia ficción que expande la historia original y la lleva en una dirección completamente distinta. Está claro que Feliz Día de tu Muerte 2 no revoluciona la forma de hacer cine de terror (ni de ningún otro género) pero sí es una secuela que logra lo que pocas pueden: continuar una historia sin ser redundante y preparar el terreno para próximas entregas. Divertida y fácil de ver, Feliz Día de tu Muerte 2 se ríe de sí misma y una vez más, sorprende gratamente a sus espectadores y los transporta a una nueva dimensión.
La vuelta de los súper Actualmente los superhéroes dominan la taquilla mundial, pero hace quince años la escena era completamente distinta: la primera película del Increíble Hulk (2003) había sido una decepción, la Gatúbela de Halle Berry estaba lejos de ser la Selina Kyle que todos amamos en “The Dark Knight Rises” (2012) y Elektra era un desastre vestido de rojo. Por eso es que cuando aparecieron Los Increíbles (2004), fueron una gran bocanada de aire fresco. ¿Una película de superhéroes producida por Pixar y dirigida por Brad Bird (Ratatouille, El Gigante de Hierro)? Tenía que ser buena. Y lo fue, pero no sólo porque era de superhéroes, sino porque tenía de todo: grandes secuencias de acción, una buena historia de fondo, un villano obsesivo que nos dejó bien en claro que nuestros ídolos pueden decepcionarnos (y lo harán), un poquito de crisis de los 40, intrigas maritales y mucha unión familiar. Los Increíbles 2 (2018) continúa en esta misma línea. Esta vez la acción se centra en Helen Parr (Elastigirl, que cuenta con la voz de Holly Hunter), quien tiene que salir a ganarse el pan y a luchar por la legalización de los súper, de la mano de Winston (Bob Odenkirk) y Evelyn Deavor (Catherine Keener), dos millonarios que buscan cambiar la percepción negativa que tiene el público de los superhéroes. Bob Parr (Craig T. Nelson) debe entonces salirse de su papel de Mr. Increíble y hacerse cargo de la casa: hacer la tarea con Dash (Huck Milner), lidiar con los problemas amorosos de Violeta (Sarah Vowell) y cuidar que Jack-Jack (Ellie Fucile) no prenda fuego todo. La verdad es que la segunda entrega de Los Increíbles no decepciona: los súper vuelven con mucha más acción de la buena, un gran villano con un poderoso discurso y mucha más unión familiar. Desde lo visual, es realmente impresionante: la secuencia en la que Elastigirl lucha contra el Rapta-Pantallas en una cámara de luces estroboscópicas es impactante. Sí, Los Increíbles 2 es, definitivamente, una película para ver en familia: muy divertida, llena de humor y mucha acción. Pero a mí parecer, tiene dos grandes problemas: El primero de ellos es, sin dudas, la apología que hace del maltrato animal. En una de las escenas de la película, el pequeño Jack-Jack se confunde a un mapache que hurga en la basura con un maleante y decide salir a combatirlo. Se supone que debe ser una secuencia de lo más inocente y graciosa, pero me resulta un tanto irresponsable. Las películas de este calibre tienen mucha influencia en el público infantil: en el año 2003, luego de “Finding Nemo” se vendieron más de un millón de peces payaso, 90% de los cuales fueron arrancados de sus hábitats naturales. Lo mismo ocurrió cuando se estrenó Harry Potter: el número de lechuzas vendidas para ser utilizadas como mascotas aumentó exponencialmente y todas ellas también fueron sacadas de sus hábitats naturales. Ya sé lo que están pensando: el problema no son los chicos, sino los adultos que compran a los pobres bichos. Y tienen razón. Pero Pixar y otras productoras de su envergadura deberían ser un poco más conscientes de su influencia y responsables con los discursos que plantean. El segundo problema que tiene Los Increíbles 2 es Bob Parr. Como habíamos comentado más arriba, esta vez es a Helen a quien le toca salir a ganarse el pan, por lo que Bob debe quedarse de amo de casa y enseguida nos damos cuenta de que no es un trabajo que le agrade en lo más mínimo: cada momento en que debe ayudar a su hijo con la tarea, o a su hija con problemas de chicos o cambiarle los pañales a su bebé es un suplicio. Cada instante en que Bob tiene que ocuparse de las tareas de la casa es tortuoso. Y cada vez que su esposa lo llama para contarle de sus hazañas, no sólo no se pone contento sino que se enoja porque él lo habría hecho mejor. Repito: las películas para chicos que tienen la llegada e influencia de Los Increíbles no deberían tomarse a la ligera los discursos que plantean. A pesar de todo, lo mejor de Los Increíbles 2 es que continúa siendo tan disfrutable y divertida como la primera entrega y sólo por esto bien vale la pena ponerse los antifaces y salir a combatir el crimen con Helen, Bob, Violeta, Dash y Jack-Jack (pero sin lastimar mapaches). Por Mariana Van der Groef
No se puede negar que Guillermo Del Toro suele llamar la atención. Su afición por la magia y los monstruos dotan a sus películas de una fantasía maravillosa que lo distingue de otros directores. A lo largo de su variada obra encontramos desde gigantes taquilleros “hollywoodenses” de poca relevancia (como Pacific Rim o Crimsom Peak) hasta genialidades hechas de componentes históricos y fantásticos como El Espinazo del Diablo y El Laberinto del Fauno. The Shape of Water las supera a todas con creces. Porque The Shape of Water no es una película, sino una combinación perfecta entre un cuento de hadas, el monstruo de la laguna negra y los musicales de antaño. De más está decir que el resultado es extraordinario. Elisa Espósito (Sally Hawkins) es muda y trabaja haciendo la limpieza en un laboratorio ultra-secreto del gobierno estadounidense junto a su amiga Zelda (Olivia Spencer). Su vida cambia rotundamente cuando el Coronel Richard Strickland (Michael Shannon) trae un monstruo de aspecto “anfibio-humanoide” al laboratorio, para ser diseccionado y estudiado. Elisa comienza a hacerse amiga de la criatura y poco a poco se enamora de ésta. Con la Guerra Fría como contexto histórico, el romance idílico entre el monstruo y la princesa se cruza en el camino de personajes racistas, homofóbicos y machistas. Así se le genera al espectador el interrogante de quienes son los verdaderos monstruos: si el bicho quitado a la fuerza de su hábitat y torturado hasta la inconciencia, o los “héroes” que lo pusieron allí. La película que hizo merecedor del Golden Globe como Mejor Director a Guillermo Del Toro es impecable por donde se la mire: desde sus increíbles actuaciones hasta el tratamiento de discursos tan viejos y actuales como lo son el racismo, la homofobia y el acoso sexual. The Shape of Water es una de esas historias que no se quedan en lo anecdótico, si no que invitan a la reflexión y a la pregunta: quizás los monstruos no son esos bichos raros que caminan entre nosotros y quienes son discriminados por no ser “normales”. Quizás los monstruos viven dentro de cada uno de nosotros y la única forma de lograr la felicidad es dejándolos ir.
El que mucho explota…poco cuenta Las películas de la saga Transformers siempre fueron exageradas. En ellas todo era enorme: los elencos con todo tipo de personajes, demasiadas líneas argumentales, escenas de acción a escalas inmensas, explosiones por doquier. Quizás en un comienzo funcionaban bien, pero con el pasar del tiempo, se tornaron aburridas. Transformers: El Último Caballero es más de lo mismo. El inicio de la película nos sitúa en los Años Oscuros, más específicamente en medio de una batalla donde el Rey Arturo (Liam Garrigan) y su compañía llevan las de perder. Pero Merlín, el borracho y embustero asesor del rey (interpretado por el gran Stanley Tucci) consigue que un Caballero Transformer le preste su ayuda. Así es como se hace con un dragón Transformer de tres cabezas y el “cetro de poder máximo” que ayudan al Rey Arturo y sus doce caballeros a ganar la batalla. De vuelta en la actualidad, nos reencontramos con Cade Yeager -interpretado por Mark Wahlberg, quien tomó el lugar de personaje principal luego del “brote psicótico” de Shia LaBeouf- prófugo de la justicia por proteger Autobots. Pero su escondite no le dura mucho tiempo, ya que los Decepticons y el ejército yanqui lo encuentran y lo obligan a volar hacia Inglaterra. Allí conoce a Sir Edmund Burton (Anthony Hopkins), el último de una larga línea de custodios de los secretos antiguos de los Transformers (porqué un actor como Anthony Hopkins se prestaría para este papel es un gran misterio) y a Viviane Wembly (Laura Haddock), una profesora de Oxford fanática de los vestidos ultra-apretados que enseguida pega onda con Cade. Finalmente nos encontramos con Optimus Prime (Peter Cullen), que llega a su destrozado planeta Cybertron y se encuentra con Quintessa (Gemma Chan), una malvada robot hechicera que lo engatusa para que la ayude a reconstruir Cybertron destruyendo la Tierra. Uf, que argumento larguísimo, y eso que dejamos partes sin mencionar. Pero la complejidad del argumento no sería un problema si la película estuviera bien contada. Transformers: El último caballero carece completamente de equilibrio: está compuesta por una seguidilla de escenas de acción extremadamente exageradas, intercaladas con breves momentos de humor intrascendentes. Deja de lado completamente la idea inicial en la que se basaba Transformers (robots en guerra que se convertían en autos de alta gama) y pasa a metamorfosis aún más extraordinarias: robots que se transforman en dragones de tres cabezas y pequeños demonios robots que a su vez se transforman en un demonio más grande con un aspecto bastante similar al Balrog de Tolkien. El humor simpático y simple que caracterizaba a la saga sigue ahí pero recargado: no pasa un segundo sin algún gag aunque esté absolutamente fuera de contexto. Sí, la quinta entrega de Transformers tiene muchos problemas. Otro punto cuestionable sin dudas, es su duración; dos horas y media de persecuciones interminables, explosiones a mansalva y furiosas luchas entre Transformers que terminan desdibujándose y perdiéndose en el amasijo de metal animado. 149 largos y tediosos minutos que bien se podrían haber resumido en 90. Cada director tiene un estilo propio y Michael Bay plasma el suyo en El Último Caballero como pocos saben hacerlo, pero alguien debería haberle avisado a Michael que aunque las explosiones estén buenísimas, sin una historia que las respalde, dejan de ser divertidas. Para ser justos, todos sabemos más o menos a qué nos exponemos cuando vamos a ver una película de Michael Bay, pero acá se le va la mano. Por suerte, ha prometido que esta es la última película de Transformers que él dirigirá, lo que es un gran alivio para todos. Quizás una visión fresca le de a esta historia el reboot que merece.
Ganas de irme a vivir al bosque Las mejores películas son sin dudas aquellas que nunca terminan. Porque quedan rebotando dentro nuestro, movilizando esas emociones que teníamos ocultas, latentes. Como si nos hablaran directamente a nosotros, nos dejan inquietos, reflexivos. Capitán Fantástico es definitivamente una de estas películas. critica-capitan-fantastico-1 Dirigida por Matt Ross (28 Hotel Rooms), cuenta la historia de Ben (Viggo Mortensen) que vive en los bosques del norte de Estados Unidos junto con sus seis hijos, a quienes educa de una forma poco tradicional (o demasiado tradicional, según como lo miren). Se pasan los días cultivando y cazando su propia comida y entrenándose duramente para sobrevivir a las inclemencias de la naturaleza. Pero no sólo eso, sino que también se educan, leyendo acerca de literatura, política y asignaturas un poco más complejas, como la física cuántica. La “rústica” vida de esta familia se verá trastocada cuando Leslie, madre de los niños, se suicida y deben volver a la “civilización” para asistir al funeral. En las propias palabras de Matt Ross, la película habla de “cómo ser un buen padre” y hace referencia a su propia vida sin ser autobiográfica. Y si bien está en lo correcto, Capitán Fantástico dice mucho más. Es una clara crítica a la “mal educada y sobre medicada” sociedad occidental, “gobernada por las corporaciones sin alma” donde “el más poderoso controla la vida del menos poderoso”*. Verdades que todos conocemos pero tendemos a negar porque desestabilizarían nuestras cómodas y civilizadas vidas. CF1_6738.jpg Al mejor estilo “Little Miss Sunshine” y con actuaciones estelares por parte de Viggo Mortensen y todos los chicos (George McKay, Samantha Isler, Annalise Basso, Nicholas Hamilton, Shree Crooks, Charlie Shotwell), Capitán Fantástico invita a hacer toda clase de reflexiones: acerca del modo en que vivimos, la desconexión que tenemos con la naturaleza, cómo nuestros sistemas educativos nos enseñan a ser loros que repiten y si realmente nos comeríamos el pollo si tuviéramos que retorcerle el cogote con nuestras propias manos. Sí, definitivamente no es una película que les pasará desapercibida. Probablemente les hará considerar la propia realidad y cuánta libertad hemos resignado por un poco de supuesta “civilización”. Una verdadera joya. *Nota de la autora: todas las frases entre comillas fueron extraídas de la película, con excepción de “sin alma” que fue agregado por mí, por parecerme apropiado en este contexto. Por Mariana Van der Groef
Un mundo mágico no tan fantástico Cuando terminó la saga Harry Potter allá por el año 2011, los fanáticos se sintieron devastados porque creyeron que nunca volverían a visitar aquél maravilloso mundo mágico. Por suerte no tuvieron que angustiarse por mucho tiempo: Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos vino a su rescate. Dirigida por David Yates -director de las últimas cuatro películas de Harry Potter-, y escrita por la mismísima J.K.Rowling, la historia se sitúa en el año 1926, cuando el magizoólogo Newt Scamander (Eddie Redmayne) llega a la ciudad de Nueva York con un maletín repleto de animales mágicos. Allí se encuentra con una ciudad acosada por una fuerza oscura que destruye todo a su paso y un mago oscuro prófugo perseguido por el Ministerio. No parece una mala historia, ¿verdad? Pero por algún motivo, no termina de funcionar. Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos parece a medio terminar. El montaje es torpe y apresurado, casi como si la hubieran estrenado sin haberle dado una revisión final. Lo mismo pasa con el guión: algunas situaciones son totalmente forzadas e inexplicables. Las historias no terminan de conectarse de forma fluida, tanto que por momentos pareciera ser que Newt Scamander, quien debería ser el personaje principal, es apenas una excusa para darle vida a un nuevo mago oscuro. animales1 El problema más grande, sin embargo, es Newt Scamander. ¿Qué estaba pensando Eddie Redmayne, ganador de un Oscar por su grandiosa interpretación de Stephen Hawking, cuando se puso en la piel de Newt Scamander? Entendemos que es difícil hacer querible a un personaje que se auto define como insoportable (al menos en el libro) pero, se hace mucho más difícil para el público (acostumbrado a los grandes personajes de Rowling) sentir empatía por este Newt de ojos vidriosos que parece continuamente asustado. Pero no todo es malo en Animales fantásticos: la animación, esencial para una película en la que abundan seres mágicos inexistentes es soberbia e impecable. Resulta incluso más fácil empatizar con las criaturas que salen del maletín que con algunos de los personajes principales. Por otro lado, Jacob Kowalski (Dan Fogler), el No-Maj (término yanqui para los no magos) que acompaña a Newt en sus aventuras por la ciudad, aporta una cuota cómica y relajada que corta con el tedio de las interpretaciones acartonadas de los demás personajes. critica-animales-fantasticos-2 En conclusión, Animales Fantásticos tiene mucho para mejorar. Pero para ser sinceros, en sus inicios las películas de Harry Potter también dejaban mucho que desear y con el tiempo mejoraron significativamente. Cierto es que Harry Potter contaba con la gran ventaja de tener una historia armada y personajes ya queridos al momento de su adaptación a la pantalla grande; en cambio Animales Fantásticos tuvo que empezar de cero. Deberán entonces ajustar la historia de a poco para que las películas por venir lleguen a alcanzar el nivel de calidad que se espera de una historia de tal envergadura. De todas formas, no podemos dejar de expresar el verdadero placer que produce, luego de cinco largos años de espera, volver al fascinante mundo mágico creado por J.K.Rowling. Por Mariana Van der Groef