La maternidad fantasmal
El bebé de Rosemary (Rosmary’s Baby, 1968) de Roman Polanski sentó las bases para las posibilidades del cine de Terror cuando cruza su camino con la maternidad y los miedos de las madres primerizas. El temor a la perdida, la fragilidad de la nueva vida y la falta de resolución en momentos críticos son tropos que atraviesan el subgenero de terror materno en prácticamente todos los relatos. El demonio quiere a tu hijo (Still/Born, 2018) intenta afinar su melodía utilizando acordes similares, pero el resultado no es óptimo.
Todo comienza con Mary (Christie Burke) en la sala de partos. Una madre primeriza que espera mellizos, pero uno de ellos muere durante el parto. La flamante casa que comparte con su exitoso marido se vuelve el refugio para poder estar con un hijo mientras cura el dolor por la pérdida del otro. Pero con el pasar de los días Mary siente que algo no está bien, percibe una fuerza extraña que quiere apoderarse del niño.
Una vez planteada la problemática inicial, el relato nos llevará por todos los lugares comunes imaginables: Apariciones fantasmagóricas en el monitor de vigilancia del niño, voces de ultratumba sonando en el baby call, puertas que se cierran solas y una larga lista de clichés extraídos del más usado manual. Por supuesto nadie creerá lo que Mary está experimentando, se hará presente el personaje canónico del “el sabio” que tendrá las respuestas para sus preguntas y todas aquellas que el guión considere que el público puede llegar a necesitar a pesar de una progresión tan derivativa, y el film nunca escapará de su propio tedio ni tendrá la rebeldía suficiente para salirse aunque sea un poquito del molde.
Al ritmo lento del relato se le suman malas actuaciones, situaciones inverosímiles incluso para el nivel que maneja el propio universo del film y un bajo presupuesto que intenta justificar de manera liviana porqué prácticamente todo el conflicto sucede dentro de la casa. Somos conscientes que gran parte de los films de Terror no serían posibles sin que sus personajes tomaran malas decisiones en pos del argumento, motivo por el cual muchas veces nos encontramos hablándole a la pantalla y diciendo cosas como “¡No entres ahí!” o “No abras esa puerta!”... Pero hacer que tu hijo primerizo de apenas días de vida, cuyo hermano mellizo murió al nacer, duerma solo en su habitación cuando sospechas que una fuerza maligna esta tras él, debería ser una acción penada por los servicios sociales con quita de tenencia, ¿no?
La falta de profundidad sobre los orígenes del mal en cuestión y el desarrollo tosco de su universo lo convierten en un antagonista descartable, indistinguible de cualquier otro, con las mismas características que cualquier ser sobrenatural estándar al que nos tiene acostumbrados el cine comercial más pasteurizado. Un cierre que busca impactar pero no sabe qué hacer más allá del shock sangriento, que termina poniendo el último clavo al ataúd de una película que al igual que su espectro titular, hace poco o prácticamente nada por justificar su existencia.