El tema de la infancia amenazada por fuerzas sobrenaturales ha sido abordado en varias oportunidades por el cine y esta producción canadiense -con la poco sutil traducción local de Still born a El demonio quiere a tu hijo- recuerda el cuento La habitación del niño, que integra Películas para no dormir, del español Alex de la Iglesia.
Mary -Christie Burke- es una madre primeriza embarazada de gemelos que pierde en el parto a uno de ellos y comienza a percibir extraños acontecimientos que amenazan al otro bebé luego de mudarse con su esposo Jack -Jesse Moss- a su nueva casa. Entre la depresión post parto diagnosticada por su psiquiatra -el siempre inquietante rostro de Michael Ironside- y el juego de la realidad mezclado con las alucinaciones y el terreno sobrenatural, se construye este relato que crea un clima de suspenso que va perdiendo intriga y fuerza con el correr de los minutos.
El director Brandon Christensenprepara el terreno de una atmósfera tenebrosa alimentada por sobresaltos y jugando con el "off" para que la protagonista quede como una paranoica ante el marido y la nueva vecina -que también tiene un bebé-. Su narración sigue el camino de los clásicos del género pero peca cuando muestra lo que el espectador imagina desde el comienzo: el demonio con rostro monstruoso de mujer anciana y con alas pequeñas, que intentará alimentarse y poseer la energía vital del recién nacido.
Hay escenas logradas como la de la entidad que se hace presente en el cuarto del niño a través de un juego de cámaras instaladas por la pareja para lograr la seguridad del "hogar dulce hogar", al estilo de Actividad paranormal. La parquedad dramática de la pareja protagónica le resta verosimilitud a este incansable juego en el que conviven la realidad y un mundo desconocido habitado por una criatura sedienta de sangre con el sacrificio como única opción para poder terminar con el horror.