No debe haber trauma mayor que la pérdida de un hijo. Para una madre es un dolor inexpresable, y para Mary (Christie Burke) es aún mayor al dar a luz a uno de sus mellizos, para acto seguido perder al siguiente incluso antes de los créditos iniciales. El primer largometraje del canadiense Brandon Christensen abre entonces su narrativa de manera contundente, pero tiene varios problemas a la hora de navegar las tortuosas aguas de la depresión post-parto, aderezada fuertemente con un condimento sobrenatural que daña más de lo que ayuda.