Una mujer, embarazada de mellizos, da a luz, pero sólo uno de ellos nace vivo. El proceso puerperal, instalada con el bebé y el marido en su enorme caserón, es difícil. Al punto que se niega a deshacerse de la segunda cuna instalada en la habitación, mientras se dedica, amorosamente, a su pequeño hijo. Rodeada de artefactos sonoros y visuales, baby call y cámaras ubicadas en las habitaciones, la mujer, que pasa buena parte del tiempo sola, empieza a escuchar ruidos extraños. Primero, el llanto de un segundo bebé, pero pronto sombras y figuras que se acercan a la cuna de su hijo.
La presencia amenazante se hace cada vez más densa, mientras la joven madre, que ya ni duerme ni cree en su propia salud mental, contacta con alguien que vivió una experiencia parecida y se convence de la existencia de un ente que pretende arrebatarle al hijo. Pero la duda -¿se volvió loca?- también es una amenaza. Sobre musicalizada en sus golpes de efecto, con bastantes desprolijidades y algunas actuaciones débiles, la de terror de la semana tiene algunas ideas, pero las esconde bajo un manto de sustos a reglamento y esquemas vistos mil veces.