El terror en las salas argentinas funciona. Siempre. Sea una película muy buena, regular o directamente mala.
Es así, tenemos la costumbre de consumir este género sin importar qué.
Es por ello por lo que la cartelera se inunda, de manera constante, de todo tipo de estas propuestas. Y es así como una película canadiense (bastante mediocre) llega a estrenarse.
El demonio quiere a tu hijo, título bien directo (y medio spoileador) que se le puso a Still born (Todavía nacido), es un rejunte de un sinfín de películas que ya hemos visto y que se han copiado unas a las otras varias veces.
Aquí tenemos elementos clásicos de El Bebé de Rosemary (1968), cosas burdas de Actividad Paranormal (2007), y varias decenas de ejemplos más. Y claro no es una buena conjunción.
El debutante Brandon Christensen no hace un buen trabajo en generar climas, no crea sobresaltos, ni se destaca en ningún aspecto técnico.
Solo hay un par de planos que zafan, pero no mucho más que eso.
Lo mismo ocurre con los protagonistas: “zafan”.
Sin embargo, lo peor de todo ocurre en el climax. No solo no se entiende bien, sino que también se contradice con el argumento.
En síntesis, El demonio quiere a tu hijo es una pobre película de terror.