Con como mínimo un par de estrenos mensuales, lo que importa en las películas de terror contemporáneas no es su carácter original sino la manera de disponer elementos conocidos por todo el público; es decir, si va más allá del cúmulo de lugares comunes habituales o si elige transitarlos con el mismo automatismo de siempre. El diablo quiere a tu hijo se inclina por la segunda opción.
El film arranca con el parto de mellizos de Mary (Christie Burke). Sólo uno de los bebés sobrevive, lo que empuja a la madre a una depresión que, claro, pronto se convertirá en otra cosa. Con un marido que vive de viaje por trabajo, ella queda al cuidado del único hijo. Lentamente las cosas empezarán a enrarecerse, con dos llantos proviniendo de la habitación y una misteriosa figura apareciendo en las imágenes de las cámaras de seguridad instaladas en toda la casa. Cosas que sólo Mary ve y escucha.
El problema con El demonio quiere a tu hijo es que nunca se arriesga a salir de los carriles de lo esperado. A cambio, se contenta con entregar los sustos de rigor (siempre a fuerza de golpes de sonido, nunca a través de la creación de una atmósfera enrarecida) en medio de una historia cuyo interés pasa por saber si Mary está efectivamente loca o no. Un interés que se resuelve de manera obvia con una vuelta de tuerca igual de automática que el resto de la película.