Mucho llanto, poco susto
Títulos tan mediocres como este para el género no hacen otra cosa que subir la vara y el listón a la insuperable El bebé de Rosemary. De aquella joya a toda la galería de películas de terror que buscaron relecturas sobre las depresiones post parto, las vulnerabilidades de madres que se enfrentan a sus propios demonios dejan en claro la falta de profundidad y la pereza para seducir a un público fiel pero no tonto.
La pareja protagónica de este relato dirigido por Brandon Christensen se encuentra en la etapa de duelo por la pérdida del primer gemelo y la chance de que el segundo finalmente sobreviva. Todos los lugares comunes de los miedos en la temprana etapa de un recién nacido dicen presente en la trama. Muy malo el elenco empezando por la protagonista que no transmite angustia sino todo lo contrario. El carisma del querible Michael Ironside en un papelito supera con creces la pobreza actoral y por supuesto la falta de timing a la hora de explotar la conflictiva entre la pareja cuando el hombre aprecia la locura de su mujer.
Pero no estamos frente a una película de terror psicológico, sino en apariencia a una de terror al agregar la presencia ambigua de un ente maligno que escapa a la simple depresión post parto en principio y busca sin lograrlo desplazar la trama hacia zonas más oscuras. Claro que todo esto da risa más que miedo.