Nacido para devorar
El depredador vuelve a acechar la Tierra y esta vez es dirigido por Shane Black (Iron man 3, Dos tipos peligrosos). Luego de Depredador (1987), Depredador 2 (1990) y Depredadores (2010), la nueva entrega cronológicamente sucede entre la de los 90 y la del 2010, quedando como la tercera parte de cuatro.
La historia comienza cuando el soldado Quinn McKenna (Boyd Holbrook) se encuentra con uno de los depredadores que se encarga de despedazar a todo su equipo de guerra. Él logra robarle armas características del monstruo y por haber visto alienígenas es enviado a prisión. Antes de llegar, en el mismo colectivo que lo trasladaba, se encuentra con ex soldados que por una u otra razón también iban a la cárcel.
El rejunte de convictos termina por conformarse en un nuevo grupo de batalla -sumado a la científica Casey Bracket (Olivia Munn)- quienes serán los encargados de cazar al monstruoso animal. Todo esto sucede con el hijo del protagonista, Rory (Jacob Tremblay) al que deben proteger de las garras asesinas del depredador.
Con mucha acción y comedia implementada de forma simple, la película se vuelve entretenida y llevadera. Las actuaciones están bien pero no se destacan demasiado. El montaje y la dirección no fueron las mejores formas de llevarlas a cabo, se deja ver en varias ocasiones problemas de continuidad, que suele suceder en contenido de clase B o directamente amateur. De todas formas, cumple su función de dar una dosis de acción con una historia fácil de seguir y un poco de humor para apaciguar la intensidad.