Las credenciales de Shane Black, escritor y director de Iron Man 3 y Dos tipos peligrosos, auguraban un interesante regreso de esta saga que lleva ya varias décadas de monstruos alienígenas, letales y poderosos, sembrando terror y sangre. Después de varias secuelas, combinaciones y recicles, la marca presenta ahora un reboot, un relanzamiento que resetea y anuncia un nuevo punto de partida: implacables, filosos y mortales, los alienígenas llegan a una zona rural, donde el encargado de enfrentarlos será un mercenario bastante averiado junto a un grupo de militares, otros tipos con problemas. El héroe tiene un hijo (Jacob Tremblay, el nene de Room) con capacidades especiales, y también juega por allí la científica sexy, que es tan capaz de descifrar el mapa de ADN que evidencia la cruza de especies como de tomar un arma y disparar saltando por los aires. El conjunto genera simpatía, pero no llega a producir los esperados chispazos de humor e inventiva que hicieron famoso a Black, quizá porque El Depredador está muy pegada a una narrativa algo autómata, esperable y vista ya mil veces. Eso sí, fans del clase B: las escenas gore son generosas. Y el resultado general, entretenido y cumplidor.