Inentendibles las críticas internacionales que uno puede leer de esta película. La destrozan porque sí. Porque necesitan el verosímil o la “fórmula Marvel”.
Pues bien, no posee ni una cosa ni la otra, y es una maravilla. Una fiesta para los que gustan del gore intergaláctico, si es que se puede definir así.
Definitivamente es lo mejor que se ha hecho con el personaje desde la película original estrenada en 1987.
El director Shane Black, que ha hecho grandes películas tales como su ópera prima Kiss Kiss, Bang Bang (2005) o The nice guys (2016), siendo tal vez la más floja Ironman 3 (2013), ha generado una gran base de fans y admiradores de su obra.
Con un estilo basado en una rapidez narrativa que se ancla en el montaje, y mucho humor, algunos lo tildan como un provocador y otros como imitador.
Aquí empleó como DF a Larry Fong, usual colaborador de Zack Snyder, y el resultado son planos maravillosos.
Por ello, en cuanto a lo visual, lo único que hay que destacar como negativo es la utilización totalmente al pedo de CGI en algunas tomas.
La historia es simple y sin muchas vueltas, tiene elementos de western, y está conectada con la franquicia de manera leve.
Celebro mucho el gore, lo sangriento y la clasificación que se le dio al film.
El único punto flojo de la cinta es su protagonista. A Boyd Holbrook le queda grande el papel y es opacado por el reparto.
Tanto Olivia Munn y Jacob Tremblay tienen mejor tiempo de pantalla que él. Amén de eso, cumple bien su rol de acción.
El depredador es una película muy entretenida, y que realmente se disfruta si no se la sobre analiza.