Amor juvenil por el Tigre.
Decir que se trata de una película sería un gran un contrasentido; en todo caso, se está frente a un producto perpetrado desde una idea de producción que le debe más a la televisión (a la mala) que al cine (bueno, regular, malo). Sostener que El desafío remite a las tiras juveniles de ayer, hoy y mañana también es un lugar común, una frase gastada, donde la historia, o algo parecido, está interpretada por lozanos actores con dificultades en el rubro, más allá de Diego Ramos haciendo de Willy Divine, un engreído animador a la búsqueda de talentos (¿?) y más acá de que Lopilato Darío resucite a duras penas a Coqui Argento una década después. Hay dos amigos, una chica de por medio, paisajes bonitos, un flashback de manual que cuenta una tragedia, otros jóvenes sueltos por ahí y un desenlace edulcorado que causa vergüenza. Productos con gente de la tele que además canta siempre se hicieron en el cine argentino, en especial, desde los años sesenta en adelante. Sin ir tan lejos La edad del sol con Soledad, a fines de los '90, es un ejemplo representativo de la insufrible tendencia. Pero acá no hay poncho, bosques ni viaje de egresados a Bariloche, sino un cúmulo de situaciones que hacen levantar el reprobado puntaje de la cinta con la conocida folklorista. Un parador que hay que salvar, la presencia de la televisión y la cámara que siempre filma (intertexto!... perdón, no es momento de exageraciones), uno de los muchachos que se saca la musculosa en más de una oportunidad, una supuesta confrontación entre lo primitivo y lo moderno con base en el consumo inmediato teen. Por lo tanto, también es poco serio aducir que estas líneas representan una reseña crítica porque El desafío está muy lejos, a años luz, de aproximarse a algo llamado cine.