Únicamente para solaz de jovencitas.
Esta película va dirigida al público adolescente que creció junto a Nicolás Riera y Rocío Igarzábal desde la novela "Casi ángeles", los quiere y los sigue, los festeja y les perdona lo que sea. Ellos, a fin de cuentas, no tienen la culpa. ¿Pues entonces quién la tiene? ¿Los tres guionistas cuyo nombre aparece muy fugazmente en los créditos? ¿Los productores? ¿La excesiva confianza en ese público que asiste alegremente? Porque ésta pudo ser una buena comedia. Y es sólo un buen producto.
O en una de esas todo está fríamente calculado. Los chicos también necesitan reírse "de", y no solo "con" sus seres queridos. Y además, ya dijimos, perdonan cualquier cosa. El tono general es festivo, con una puntita melodramática, momentos románticos y un desenlace lleno de éxitos, y los absurdos argumentales quedan más o menos disimulados con los hallazgos caricaturales. Lo mejor, en ese sentido, es el showman egocéntrico que compone Diego Ramos a la cabeza de un programa televisivo instalado en una isla del Delta. A su alrededor, la asistente olfa y trepadora, la piba colorida encargada de los cocteles, la madre de un talento infantil que quiere tener algo con un tipo más joven que ella, y el montón de figurantes.
Al frente del elenco está la parejita romántica, personajes medio histeriquitos que viven haciendo chiquilinadas con harto orgullo propio. El rubio muestra sus bíceps y canta melancólico en el muelle, la rubia está toda paqueta en el medio de la isla y es linda hasta vestida de Trilliza de Oro con un viejo vestido hippie que el muchacho le dejó a mano (dicho sea de paso, ¿por qué él guardaba ese vestido justo en la mesita de luz de su "rústica" cabaña? Acá hay cosas que dan para otra película). Y eso es todo. En fin, cabe suponer que las adolescentes pasarán el rato muy contentas en el cine.