Una película que hace honor a su título… pero no del modo en que se piensa.
¿De que la va?
En el Delta del Tigre desembarca la producción de un reality show de búsqueda de talentos llamado El Desafío, encabezada por un prepotente y vanidoso conductor (Diego Ramos). La producción planta bandera en un parador de playa que se encuentra al borde de la quiebra, cuyo dueño (Gastón Soffritti) va a aprovechar la oportunidad para salvar su bar, tarea que se complica por el floreciente romance que surge entre una de las productoras del programa (Rocío Igarzabal) y su mejor amigo (Nicolás Riera) un músico frustrado con dos hermanos a su cargo.
La “Crítica”
Cuando uno reseña una película se debe tener en cuenta, entre otras cosas, al público al que apunta la misma. Siendo ese el caso, El Desafío funciona, claro que funciona… funciona para las adolescentes que quieran ver a Nicolás Riera casi en tarlipes o cantando (debo admitir que el muchacho tiene buena voz).
La factura técnica de la película es de muy buena calidad. Una estética fotográfica elaborada, cristalina en su iluminación y dinámica en sus movimientos de cámara, que muestra un Delta del Tigre como pocas veces se lo vió.
Por el costado actoral Diego Ramos y Maida Andrenacci son los únicos rescatables por aportar necesarias cuotas de comedia que ayudan a balancear la melaza inherente a películas de esta naturaleza.
La Crítica
Ahora me dirijo exclusivamente a quienes tengan la penosa tarea de obrar como acompañantes de quienes quieran ver esta película.
El personaje de Riera canta “No tengas miedo”. Y yo les digo que a 95 pesos la entrada y considerando lo que vi, TENGAN MUCHO, MUCHO MIEDO. El Desafío parece un piloto para una tira juvenil. Estamos ante un guión que evidentemente fue escrito a los ponchazos, y que necesitaba de muchas, muchas, muchas, muchas, muchas, muchas, muchas reescrituras. MUCHAS. Los diálogos son tan acartonados que el verdadero desafío es ver la película sin llevarse las manos a la cara del estupor. Por ejemplo, la protagonista femenina llega a la conclusión de que su enamorado es bueno simplemente porque canta (con ese juicio de carácter, querida, cualquier Pepe Muzzarella te mete el perro). El intercambio de palabras que se produce después de esa frase es angustiante… pero por la desesperación de que termine todo de una buena vez.
Las historias de amor se supone que tienen obstáculos, pero en El Desafío están prácticamente de adorno. Claro ¿Quién necesita carnadura dramática teniendo a la pareja protagonista franeleando?, y cuando se acuerdan que los guiones tienen una estructura, ahí convenientemente el protagonista tiene hermanos, convenientemente el jefe es un forro a la enésima potencia, y ahí convenientemente los amigos se pelean por una mujer.
Por el costado actoral, y créanme que le di muchas vueltas al asunto, hicieron falta ensayos como el guion necesitaba reescrituras. Los tres protagonistas se nota que están acostumbrados a la prisa de la tira diaria y no la pudieron adaptar a la gran pantalla, donde el detenimiento, los detalles y el trabajo con el subtexto son ley para crear mínimamente un ser humano creíble. Acá memorizaron las líneas y nada más. Mis disculpas si hicieron un esfuerzo denodado, pero el resultado final dice otra cosa.
Conclusión
Uno no debe pedir peras al olmo con esta clase de películas. Uno no espera una enorme reflexión intelectual o un mensaje profundo. Pero lo que sí uno espera es una película medianamente bien escrita y mínimamente ensayada. Acá se confió demasiado en la racha televisiva de los protagonistas, y esa falta de cuidado conlleva a que salgan más perjudicados que beneficiados por el producto final.
No soy quién para decirle que película deben ver o no. Pero por como están las entradas hoy, los espectadores estamos en la obligación de exigir calidad hasta en el más liviano de los productos.
Usted ya leyó lo que pienso. De aquí en más, queda a su criterio, y quiero cerrar este texto con un número. Solo un número.
95
Ahora piénselo.