Terror psicológico de Eduardo Pinto con Luciano Cáceres
Eduardo Pinto indaga con el terror psicológico en las afueras de la ciudad, mas precisamente en el curioso y atractivo espacio del título.
Luciano Cáceres es Bruno, un artista plástico que sufre un evento traumático y queda al borde de la locura. Con permiso de su psiquiatra (Malena Sanchez) sale del hospicio y busca alejarse del trauma.
Su amigo Roberto (Pablo Pinto) le ofrece trabajar de sereno en un desarmadero y evitar que personas desamparadas (Diego Cremonesi es uno de ellos) usurpen autos desmantelados del lugar “esto es propiedad privada “ dice Roberto. Cuando descubre que el vehículo donde se accidentaron fatalmente su mujer e hija está en el lugar, los fantasmas de su mente regresan para siempre.
Como el título lo indica, la locación es el 50% de El desarmadero (2021). La fisonomía laberíntica del desarmadero genera la ambigüedad necesaria para confundir al protagonista, que encuentra desarmados los coches y también, sus recuerdos.
Además del depósito de autopartes, son grandilocuentes las locaciones de la capilla donde pinta Bruno o el hospital psiquiátrico ubicado en medio del campo. Espacios donde los espectros acosan al protagonista. Los planos filmados con drones magnifican los escenarios y le dan el tinte fatalista a la historia.
Luciano Cáceres, habitué de este tipo de relatos, está en plano casi toda la película en el papel de un hombre afectado emocionalmente que no distingue realidad de fantasía. La historia contada desde su punto de vista -mientras pasa de la cordura a la locura- hace que desconfiemos de lo presentado ante sus ojos.
Eduardo Pinto (Corralón, La sabiduría, Sector Vip) sigue los tópicos del género de fantasmas de manera eficaz, con el uso de algunos clichés también, y mucho diseño visual y sonoro para hacer efectivos los sustos y crear imágenes siniestras. Una película que cumple sus objetivos sin destacarse, pero con la solvencia necesaria para ser un producto de estas características.