Hacia el Infierno físico y psicológico
Si en los últimos años, el cine de terror aportó poco al panorama del cine en general (a pesar de su abundante producción), Gran Bretaña ha contribuido todavía menos al género. Uno de los pocos ejemplos positivos salidos de la isla es el filme El descenso. Éste contaba la historia de seis jóvenes mujeres que iban de exploración a una cueva, donde terminaban encontrándose con que no sólo había rocas, sino también unos seres espeluznantes, ciegos pero capaces de cazar a partir de su percepción del sonido. Los momentos de tensión eran cada vez mayores, se establecía un permanente juego del gato y ratón y, finalmente, iban explotando las tensiones acumuladas entre las protagonistas. Era un filme que utilizaba con eficacia los mecanismos climáticos del más estimable cine de terror. Asfixiante en determinados pasajes, femenino en vez de feminista (los personajes no tenían que andar afirmando a cada rato su condición de género, simplemente eran, con todas sus virtudes y defectos), no promovía una gran renovación, pero su clasicismo era eficaz. A la vez, su pequeño relato no eludía cierta vocación ambiciosa: se percibía que ese pequeño evento era determinante, que las seis mujeres se veían obligadas a llegar al límite de sí mismas, casi como en una obra de Joseph Conrad, pero con una relectura mucho más sangrienta. Hasta en el póster se notaba esa pulsión abismal: inspirado en la fotografía de Phillipe Halsman En muerte voluptuosa, con una evidente conexión con el de El silencio de los inocentes, sigue siendo una de las imaginerías más originales vertidas por el cine de terror.
Esta segunda parte no es una mera secuela, en el sentido más negativo de la repetición, sino que es en realidad una continuación. Retoma donde había terminado antes. La única (aparentemente) sobreviviente, Sarah Carter, emerge de las profundidades de la cueva. El problema es que no recuerda nada de lo que sucedió anteriormente y no tiene idea de lo acontecido con sus amigas. Es por eso que es prácticamente obligada a retornar al lugar desde donde salió, acompañada por un equipo de rescatistas y un par de agentes de policía de la localidad. Obviamente, lo que se van a encontrar ahí no es precisamente halagüeño.
Uno de los grandes méritos que tiene la película es que posee un innegable lazo con su predecesora, pero al mismo tiempo es capaz de sostenerse por sí misma, como historia independiente. Lo hace reproduciendo el mismo modelo narrativo, temático y estético, con el pasado adquiriendo un peso decisivo, la degradación física como expresión de la caída moral, personajes definidos más por sus acciones que por sus dichos, un inquietante balance entre lo visto y lo no visto, entre los momentos de tensión previos a una acción determinada y la adrenalina desencadenada por la reacción. En numerosos aspectos El descenso 2 recuerda a Aliens –aquel notable filme de James Cameron-, no sólo por la cantidad de criaturas amenazantes, sino también por el tiempo que le dedica a la descripción de los personajes antes de que los hechos decanten, y por cómo Sarah, a partir de la recuperación de su memoria, se va perfilando como una actualización de la Teniente Ripley, con su instinto maternal a flor de piel y curtida por un pasado que evidentemente no pudo dejar atrás.
A pesar de algunas obviedades en su concepción –en especial en lo referido a la utilización de la música en los momentos de suspenso-, El descenso 2 es un filme de terror que se destaca por su ansia de superación, por no ser un mero espejo de la primera parte, para que en cada secuencia sanguinolenta la sangre no sea derramada porque sí. Sobre el final, esta épica oscura del horror cierra con la angustiosa coherencia que reclamaba. Es que hasta los peores monstruos requieren de la justicia poética.