El deseo desde las miradas en silencio
Un relato con marcas de intriga, que despierta al suspenso, que se juega en la desnudez de un paisaje acentuado por matices lumínicos, eso nos entrega este director francés con su relato sobre la pasión amorosa masculina.
En un único ambiente, que recorremos en su limitada extensión desde una planificación que tiende a repetir la acción de un ritual, que descubre no sólo cuerpos de hombres desnudos, sino una agreste naturaleza que se anima por el viento en el follaje, que descansa en la orilla de una límpida superficie de un espejo donde sólo reverbera el sol; en este único espacio, donde el silencio sólo se ve visitado por calladas voces de aquellos que sólo buscan fundir su mirada, sus manos, sus piernas, su ardiente sexo en ese paraje que da la espalda a la mirada de los otros, que se esconde en el seductor juego de seudónimos o falsas identidades, o de nombres que no acusan apellido; en esa fuente de paraíso olvidado, en su sexto largometraje, Alain Guiraudie, cuya obra en nuestro país sólo se conoció en festivales y muestras de films independientes, transcurre El desconocido del lago, un relato en el que se nos acerca una tensionante incursión sobre la mirada, que pendula entre el deseo que nos sacude, que nos confirma y una amenazante y sigilosa sospecha.
Presentada en Cannes 2013, evento en el que La vida de Adele, de Abdellatif Kechiche (no estrenada en nuestra ciudad, ya editada en DVD), El desconocido del lago recupera en la instancia de aventura erótica el término "cruising", vocablo que igualmente nos lleva, en su acepción al vagabundeo, a la búsqueda sexual por lugares públicos y que fuera temabase del polémico film homónimo de William Friedkin de principios de los '80, con Al Pacino, Paul Sorvino y Karen Allen, modificado en su secuencia final cuando su estreno en nuestro país y que fuera censurado en algunas secuencias. Ahora, en el film que hoy visitamos, en esta playa nudista, en la que los cuerpos se exponen al sol, diferentes personajes se irán mirando, algunos entrelazarán sus cuerpos, otros estarán en la espera. Y en la calma del atardecer, cuando un silencio omnímodo se adueñe de la escena, algo extraño, captado desde la lejanía, acontece.
En su total desnudez de playa, agua, boscaje y cuerpos masculinos, El desconocido del lago organiza el recorrido de sus personajes desde los cambios lumínicos, y sus visitados espacios, a los que se arriba, se abren a nuestros ojos, desde un repetido encuadre. La misma configuración ya está anticipada en el diseño del mismo afiche, subrayado en su geometrización, dividido en planos. En el superior, en el que organiza nuestra lectura vertical, vemos a alguien que observa, desde la playa, a otro que está internándose en las aguas. Y todo su cuerpo, toda su esculpida figura, rodeada de una luz que enceguece, aurática en su resplandor, nos remite al momento final del film de Luchino Visconti, Muerte en Venecia, de 1970.
De una inusual estética habitada por sonidos ambientales, por lacónicas palabras pronunciadas en un medio tono; aquí, en este rincón y refugio, la misma desnudez se transmite al plano. Y el mismo arrojo de una pasión, movida por un sentimiento de hiriente soledad, transita por una esfera de matices lumínicos que orilla el mismo corazón de las tinieblas.