Este es unos de esos filmes que le dan la posibilidad al objeto critica-interpretación del texto que termine siendo más importante que el texto mismo. Si uno se coloca en el lugar de lo políticamente correcto hasta es posible dilucidar situaciones que en la realización no aparecen, o si lo hace es de manera demasiado superficial o sin buenos elementos que sostengan tal estructura de ideación.
Podría ser catalogado de cine arte provocativo, de cine de autor, pero lo primero que surge es el estar expuesto como espectador al cruce constante de la delgada línea entre todas esas variables y el buen gusto.
Hasta podría leerse desde el concepto de la ética, desde un punto de vista kantiano, que no esta basado en las consecuencias, “….la falta de decisión y de coraje para servirse de si mismo sin la orientación del otro…! Tenga el coraje de servirse de su propio entendimiento! Esa es la palabra del orden del iluminismo” Podría decir que el acercamiento del director hacia el tema que plantea estaría, o podría haber estado (cosa que no sucede en realidad), guiada por la autonomía, la libertad y la independencia, pero es hilar tan fino que ese hilo se rompe solo. Estamos frente a un exponente claro de la moda. Parecería que para ser vendido o estimado en todo filme hoy en día tiene que haber al menos un personaje homosexual, como cantaba el poeta Israel Rojas hace más de 15 años:
“…Puede que la tolerancia
sea al fin una norma universal
puede que luego del prejuicio
sea un día hasta moda ser homosexual…”
He escuchado muchas elucubraciones y comparaciones de éste con otros tantos filmes desde lugares diferentes, desde el mundo homosexual hasta con el mundo hitchcockiano, sin dejar del pasar por el psicoanálisis, Eros y Tanatos, o la función del goce, entre muchas otras. Cualquiera es posible, ¿Pero aparecen en esta obra? A cuenta gotas, y no todas ni siquiera de manera justificada.
Con “La vida de Adéle” (2013) la gran diferencia es que Adéle inicia una búsqueda de amor como concepto, y en esta producción lo que genera la acción es un objeto erotizado.
La historia, muy pequeña por cierto, transcurre toda a orillas de un lago de aguas azules, transparentes, en torno al cual se congrega un grupo de hombres que encuentran su regocijo en esa orilla y la satisfacción sexual en el bosque lindante.
Franck es un ex verdulero que pasa el tiempo entre la amistad con Henri y los escarceos con muchos otros, hasta que aparece Michel y queda prendido de la presencia de éste. Ahora el objetivo es seducirlo pero hay un impedimento, Michel tiene pareja, están allí juntos.
Hasta este punto el realización se fue conformando a partir de una bella fotografía, nada dice de la bondad de la misma, esteticismo hueco, planos largos temporalmente, el paisaje, para el que un par de locaciones alcanza, y muchos penes en primeros planos, escenas de sexo casi explicito, como si eso fuera provocador, sólo eso, y es tan insistente que termina siendo en principio de mal gusto y luego exageradamente aburrido, mientras que de provocativo ni el titulo se le puede otorgar.
Un tema aparte son los diálogos, en principio los cotidianos y coloquiales, todos, y durante casi todo el metraje, haciendo referencia al miembro sexual masculino, la diferencia sexual anatómica sólo aparece en dos momentos, uno visual, a lo lejos, en medio del lago se ve una lancha con una mujer en bikini, en la otra, dialogada casi promediando la historia cuando un personaje dice “acá no hay mujeres” ¡Chocolate por la noticia!.
Luego, en orden de importancia, aparecen los diálogos entre Henry y Franck, no espere filosofía, ni nada de pensamiento profundo, todo coloquial y chabacano, casi pueril, que si lo pronunciara Juan Carlos Altavista con su personaje Minguito, produciría risa
Ni que hablar cuando el género se ha degenerado y transformado en otro, y esto está dado únicamente por el recorrido de la historia, a la mitad de la narración, cuando Franck y los espectadores somos testigos del asesinato perpetrado por Michel ahogando en el lago a su pareja, eso en realidad no inmuta a Franck, en realidad le alisa el camino para conquistarlo, como el encuentro con el objeto libidinizado. Franck contra viento y marea sostendrá esa relación en la que su propia vida corre peligro. ¿El goce estaría allí? Si para muestra basta un botón recuerdo título con tema similar, “El portero de noche” (1974) de Liliana Cavani.
El filme intentará instalarse en el genero del policial, thriller, sin dejar de lado lo antes expuesto, pero es muy mínimo, mal actuado, ni la presencia del detective (heterosexual) le puede dar otra dimensión, en parte por la mala caracterización de éste nuevo personaje, y luego por la paupérrima actuación, nadie puede creerse que ese sea un policía, (¡aguante Columbo!), ni siquiera se dan el tiempo de desarrollar el devenir de la investigación, nada pasa por ser justificado.
Basta ya por caso la película protagonizado por Michael Douglas y Sharon Stone “Bajos Instintos” (1992, la que también ponía en juego el lugar del deseo como incontrolable y riesgoso.
De esta manera nos enfrentamos en realidad a todo tipo estereotipo, rebosa por todos lados el rechoncho apocado, el galán vital, atrayente, el cuerpo del deseo poderoso y el malo por definición, el despreciado por insoportable y feo, (uno que circula todo el tiempo con el pene en la mano masturbándose, poesía pura, miren usted), y el policía con aspecto de Mister Bean.
Esta producción no tiene casi ningún valor narrativo. Esteticismo vacuo puesto al servicio de la avant garde, no de lo narrado, planos largos, lentos, de plena actitud voyeurista, sí se puede decir que es interesante el diseño de sonido, casi sin música de ninguna naturaleza, sólo el sonido ambiente, una estructura convencional y bastante turbada, más en su esbozo de fábula, que precipita un final de manera tan abrupta desde lo temporal como esperable desde el relato. De suspenso, nada.
Aburrida y de mal gusto