Deseo, traición (y algo de zombis)
Nacido en Alemania, pero formado y radicado en la Argentina, Christoph Behl -de amplia trayectoria en el documental- debuta en el largometraje de ficción con una película que tiene todos los condimentos del cine de género apocalíptico y de zombis, pero que en verdad se concentra en la relación entre tres sobrevivientes (dos muchachos y una chica) que viven desde hace años refugiados en un búnker frente a la violenta amenaza exterior.
Ana (Victoria Almeida) es un vértice del triángulo sentimental que completan Axel (Lautaro Delgado) y Jonathan (William Prociuk). Este último es la actual pareja de ella, pero Axel está obsesionado por la mujer. Mientras matan el tiempo jugando a viejos videojuegos, al TEG, a la Batalla Naval, practicando boxeo, tomando alcohol o haciéndose tatuajes, los protagonistas inician una suerte de proyecto, que consiste en grabarse frente a una cámara de video cual confesionario de un reality show.
Así, la película pendula entre el thriller psicológico con toques eróticos y la reflexión sobre el encierro y sus efectos asfixiantes, que van desgastando y degradando las relaciones entre esos tres personajes, que al principio se consideran una familia. El problema es que la película se pierde en demasiados tiempos muertos y se ve dominada por unos cuantos diálogos ampulosos y supuestamente trascendentes. El terror -más allá de la aparición concreta de un zombi- está casi siempre en segundo plano o directamente en el fuera de campo, y relegado muchas veces a los efectos de sonido.
El film tiene un impecable acabado técnico y algunas ideas visuales muy logradas, pero se queda a mitad de camino entre un envoltorio típico del cine fantástico y un interior dramático y alegórico no demasiado convincente.