El Desierto de Christoph Behl es una rareza dentro del subgénero zombie porque apuesta por determinados mecanismos que la alejan del género. El director decide no utilizar los elementos del horror, y sin que esto necesariamente implique algo, el resultado es una débil narración, tal vez buscada, y poco poder de generar tensión, dos principios fundamentales que se esperan potentes en una producción con una premisa como la de El Desierto; y se extrañan, sobre todo, porque no hay otros elementos que los podrían suplir, como el humor o el gore.
Que prácticamente toda la película se desarrolle en interiores seguramente tenga que ver más con una decisión presupuestaria que con una estética, pero ni el bajo presupuesto ni el encierro son frenos para entretener al espectador. El problema es que lo claustrofóbico no nos afecta, la narración tiene un registro tan liviano, está tan atrás, que la rigidez y lo ríspido de la trama nos pasa por el costado: mientras que al relato le falta espacio, al espectador le sobra. Los primerísimos primeros planos y los planos detalle aportan sucia belleza pero no terror. El triángulo amoroso entre el siempre rendidor Lautaro Delgado, la señorita Almeida y el forastero Prociuk, se nos presenta como un melodrama cargado de pulsión de muerte en un futuro distópico donde los zombies y el horror son sólo parte del decorado.
Se percibe una contradicción entre la elección de la premisa y los gustos del director. ¿Desprecia Behl al género? Seguramente no, se habrá empachado con Romero y mucho más. Y que no haya hecho un homenaje al subgénero es algo positivo, homenajes sobran. Pero su férrea decisión de alejarse del cine más narrativo y su apuesta por las ambigüedades del relato y un ritmo cansino con diálogos que no aportan a la trama, pueden ser la pista de su visión sobre el cine de zombies, y por extensión del horror en general: un cine menor, que necesita una supuesta profundidad godardiana para tener un valor real. Una lástima.