Aunque usted no lo crea
La carrera de Steven Soderbergh es cuando menos despareja. Ha pasado por todas clase de instancias: el cine independiente más emblemático (Sexo, mentiras y video); el mainstream más automatizado y convencional (la franquicia de La gran estafa); el supuesto retrato “profundo” de una problemática social (Traffic, sin lugar a dudas su peor filme); la explotación de los recursos de la maquinaria hollywoodense para explorar temas y formas más personales y complejas (Solaris, Intriga en Berlín); el relato políticamente correcto al servicio de una estrella (Erin Brockovich); el biopic exhaustivo y ambicioso (Che: el argentino y Guerrilla); el policial estructurado y atado al guión (Un romance peligroso); el thriller independiente ríspido y amargo (The limey). Es extremadamente fructífero, figura en los créditos de producción de muchas obras, también con muchos desniveles. Goza de cierto aura de prestigio y culto, fomentado por su ir y venir entre el cine de alto presupuesto y el de escasa difusión, además de un coqueteo permanente con el retiro de la actividad cinematográfica.
Soderbergh concibe con El desinformante una especie de anti-Erin Brockovich. Los dos filmes se sitúan en el mismo ámbito capitalista, pero hilvanando caminos distintos. Si en la historia protagonizada por Julia Roberts se retrataba a los ejecutivos y sus acciones como una otredad obviamente condenable, en The informant! no se construye un descanso en el imaginario de la gente común, que permanece en todo momento en off. El espectador debe habituarse a un mundo poblado de seres cuando menos nebulosos. No hay blanco o negro, buenos contra malos, seres excepcionales capaces de torcer la historia: el gris es el que impera, lo mismo que los personajes individualistas, prácticos en sus propósitos, aunque tremendamente ordinarios. Tampoco hay salida o redención, sólo capas de mentira que se transfiguran en callejones sin salida. Si Erin Brockovich -a la vez que la trama real en que se basa- desde su linealidad es un claro exponente de la era Clinton (con toda su carga de esperanza y fe en cambiar los balances de poder), El desinformante es una crónica con olor, sabor y textura a Bush.
Mi colega en este sitio, Mex Faliero, me dijo cierta vez que él prefería a los perversos antes que a los ignorantes o tontos, ya que con los primeros uno por lo menos sabía con qué se iban a venir. Esta frase se aplica perfectamente al protagonista, Mark Whitacre, un científico convertido en vicepresidente de una compañía productora de maíz, que decide empezar a pasarle información al FBI sobre las prácticas fraudulentas de fijación de precios que lleva a cabo la corporación para la que trabaja. El problema es que el tipo es un mentiroso compulsivo, un fabulador total que por cada verdad dice cinco mentiras, y aún esa verdad que dijo es cuando menos incompleta. Parece Bush con panza y bigote, e incluso a nosotros los argentinos nos remite a Juan Carlos Blumberg, por esa justificación de la mentira a partir de la supuesta permisibilidad del entorno.
Hay dos grandes méritos en el filme. El primero le corresponde a Soderbergh, que adapta su puesta en escena al servicio de un guión que establece la distancia justa con el personaje: hay una mirada objetiva, pero no fría con respecto al mundo superficial y volátil de Mark, ya que casi en todo momento percibimos el transcurso de los hechos desde su punto de vista, que igual no deja de revelarse como un castillo de naipes siempre dispuesto a rearmarse luego de caerse. El segundo es obra de Matt Damon, un tipo de quien Paul Rudd decía en Virgen a los 40 “guau, yo creía que era como Barbra Streisand, pero al final se la banca”: sí, ese muchacho que tenía toda la pinta de pelmazo ha evolucionado enormemente como actor y aquí encarna a Whitacre de forma estupenda.
Despiadada y ácida, coherente con la incoherencia del protagonista, al que quiere a pesar de (o por) tenerle piedad, El desinformante es uno de los mejores filmes de Soderbergh, al mismo tiempo que uno de los más ignorados. Un agridulce tónico contra Traffic, como para recuperar la confianza en este cineasta.