Anunciado como el debut en la ficción de Miguel Kohan -director de los documentales Café de los Maestros (2008) y La experiencia judía, de Basavilbaso a Nueva Ámsterdam (2021)-, El despenador es en realidad una película que escapa deliberadamente de las clasificaciones, abrevando en un terreno muy transitado en los últimos años, es cierto -el cine concebido a partir del cruce de géneros que intenta borronear las fronteras de la ficción-, pero buscando con decisión su propio camino. Y lo cierto es que lo logra. En principio porque captura un elemento central del contexto sobre el cual trabaja: el tiempo (su cadencia, su despliegue) es en la Puna radicalmente distinto al de la dinámica urbana. Kohan consigue insuflarle al relato ese ritmo preciso (la película lo transmite), pero lejos de entregarse a la monotonía, la esquiva inventando una entrañable road movie andina relacionada con el proyecto personal de un antropólogo paciente, amable y melancólico que queda envuelto en varios pasos de comedia mientras disfruta del viaje, muchas veces más poderoso y revelador que el mismo destino.
La investigación en la que se embarca el personaje -interpretado impecablemente por el actor jujeño Rubén Fleita- tiene que ver con cuestiones existenciales, con la comprensión de los fenómenos de la vida y la muerte que también es propia de la gente del lugar.
El despenador se acerca a ese universo con curiosidad y asombro, esquivando sagazmente la solemnidad y dejando huellas ostensibles de una mirada, un recorte que dibuja su propia identidad con la misma curiosidad que mueve a su protagonista.