Que los Wachowski no se andan con “chiquitas”, eso lo sabe cualquiera que haya visto algunas de sus películas. Para ellos, lo que muchos llamamos “ambicioso” es lo normal, corriente y cotidiano. ¿Por qué hacer sencillo algo que se puede hacer complicado? ¿Por qué hacer discreto algo que se puede hacer desaforado? Este comentario no involucra un análisis crítico. Es, más bien, una comprobación de algo que es palpable en casi todo su cine, especialmente de la segunda MATRIX en adelante: sus películas pueden claramente definirse como excesivas, en todo sentido.
Ahora bien, esa elección estilística implica tomar una serie de riesgos formales que siempre ubican a sus filmes en el terreno del amor/odio. Es difícil salir indiferente de una película de los Wachowski: o una queda fascinado por el despliegue de imaginación, recursos cinematográficos y, digamos, delirios de todo tipo y factor, o no puede soportarlo por más de diez minutos, llegando inclusive a sentir que está viendo una parodia, una especie de sketch televisivo de alto presupuesto de los excesos a los que pueden llegar las superproducciones hollywoodenses.
Jupiter-AscendingLo raro en EL DESTINO DE JUPITER es que suceden las dos cosas: uno puede paralelamente quedar fascinado por determinados atrevimientos formales y casi al mismo tiempo agarrarse la cabeza por decisiones (estéticas, narrativas o, casi siempre, de diseño de producción o vestuario) que parecen incomprensibles. La película corre todo el tiempo pegada a su propia autoparodia, como si los fantasmas de los filmes más excesivos de Terry Gilliam les jugaran una carrera a ver quién es capaz de llegar más lejos. Y sin embargo, hay algo indescifrable –en su factura, en su nervio narrativo– que los hace funcionar. No siempre, no en todos los momentos, pero EL DESTINO… es una película que uno, a los cinco minutos, piensa que no va a poder soportar sin reírse irónicamente de ella, pero finalmente termina encontrándole una vibración que le permite seguirla. No digamos fascinado, pero sí con suficiente interés.
La película protagonizada por Mila Kunis y Channing Tatum se acerca más al modelo de ciencia ficción setenta/ochentoso (un brebaje que incluye STAR WARS y, sí, también FLASH GORDON) que otros productos previos de los Wachowski, si bien en CLOUD ATLAS dejaban en evidencia su cariño por las llamadas space operas mucho más que en las militarizadas y oscuras secuelas de MATRIX. Por momentos, el filme parece un baile de disfraces, una película futurista soñada por Liberace mientras miraba a Jar Jar Binks y compañía en LA AMENAZA FANTASMA, en la que hasta los hangares para las naves espaciales tienen estatuas y candelabros. Por otros, entra en la curiosa lógica politizada de los hermanos, que tratan de transformar estas fantasías en una suerte de relectura de EL CAPITAL, de Marx, transformando planetas y criaturas en monedas de intercambio de un sistema comercial perverso. Capitalismo Global, pero global de verdad…
jupiterLa trama de EL DESTINO DE JUPITER, simplificando algo que tal vez ni ellos terminen de entender bien, podría resumirse como las desventuras de una tal Jupiter Jones (Kunis), hija de unos inmigrantes rusos sacados de un sitcom de los ’80, que se dedica como varios miembros de su extendida y gritona familia a la limpieza de casas ajenas. Un día empieza a ser perseguida por criaturas del espacio que se pelean entre sí para quedarse con ella. Y es Caine (Tatum) –que se define como “licántropo” pero salvo que esa sea la marca de su tintura para el pelo es difícil saber qué hay de lobizón en él– el que termina rescatándola y llevándola (previo paso por una cabaña perdida en la que pusieron a Sean Bean para que nos explique lo que pasa y de paso nos grite un poco) hacia el espacio exterior.
Si bien nos los presentaron al principio del filme, allí conoceremos en detalle el drama scifishakespereano que nos espera: tres hermanos (uno de ellos es Eddie Redmayne, en plan vampiro afónico), herederos interestelares, que se pelean por el planeta Tierra por motivos que luego conoceremos. Y es Jupiter la única que genéticamente puede disputarle las escrituras de propiedad del planeta. En una larga escena que no puede ser otra cosa que un homenaje a BRAZIL, con cameo de Gilliam incluido, nuestra heroína tiene, literalmente, que cumplir con la burocracia del caso. Y esto es solo el principio de una aventura que incluye criaturas de todo tipo, traiciones fraternales varias, bandos desconocidos y alianzas inentendibles. De todos modos, la imposibilidad de entender bien las idas y vueltas de las negociaciones interplanetarias no termina siendo un problema ya que la película muy pronto se define como la historia de una princesa en peligro y un héroe inesperado que es el único que la quiere y que puede salvarla mientras muchas cosas que parecen salidas de un programa de Xuxa suceden alrededor.
jupiertatumY sin embargo, sin embargo, la película nunca termina de perdernos del todo ni de caer en la autoparodia absoluta (los límites los pondrá, claro, cada espectador). Los Wachowski tienen un nervio cinematográfico furioso que está a años luz de buena parte de sus pares y eso hace que el circo que crean alrededor suyo sea entre tolerable y simpático. Sus escenas de acción (especialmente una en los cielos de Chicago) son realmente impresionantes, aún dentro de los universos de gomaespuma digital en el que vivimos, con cámaras virtuales dando tumbos y giros por los lugares menos pensados y con una fluidez que envidiaría hasta Christopher Nolan, acaso el director que, trabajando en géneros y temáticas parecidas, más se opone en su estética e ideas de puesta en escena. Allí donde en Nolan todo es excesiva seriedad e intentos de realismo futurista, en los Wachowski es un valetodo de supermercado mayorista de cotillón de la calle Lavalle, carnaval carioca de crucero de lujo. Pero de algún modo algunas películas de los hermanos fluyen de una manera que casi nunca lo hacen las de Nolan, que parece filmar con traje y corbata mientras que uno imagina a Lana y Andy dirigiendo con los disfraces de sus personajes puestos…
A veces, es cierto, los Wachowski también se toman demasiado en serio a sí mismos y allí es donde todo el edificio tambalea más de lo necesario. Y aquí sucede, varias veces. Tal vez por eso METEORO sea su mejor película, ya que sacaba lo mejor de ellos y evitaba casi siempre su tendencia a entrar en zonas pseudo-metafísicas que terminan teniendo un tufillo new age. En algún sentido, lo que podría salvarlos de ese problema sea hacer una comedia. De hecho, si me dan una secuela de GUARDIANES DE LA GALAXIA dirigida por Andy, Lana y su equipo de creativos fanáticos de TOMMY –o de cualquier cosa de Ken Russell– compro mañana mismo.