Pastiche insustancial.
Todos saben que los hermanos Wachowski ganaron prestigio y fama gracias a la trilogía Matrix, su creación más importante hasta la fecha. Por eso el estreno de su nueva película trajo aparejado una enorme expectativa por parte de sus seguidores. Pero como pasó con la segunda y tercera parte de la saga con Keanu Reeves, su nuevo producto no está a la altura de lo mejor de su filmografía.
El destino de Júpiter es una ópera espacial de escaso humor y gran pomposidad que tiene como protagonista principal a Júpiter Jones (Mila Kunis), una inmigrante rusa que trabaja de empleada doméstica en Chicago. Sin saberlo, Júpiter es parte de la realeza, una dinastía muy poderosa de la Casa de Abrasax, ubicada en algún lugar del espacio sideral, y es, además, una de las tres herederas (los otros son Titus y Balem) del poderío dinástico y la elegida para ser la próxima reina del universo.
Los problemas empiezan cuando unos cazadores escurridizos que se parecen al Gollum de Tolkien intentan raptarla para llevársela a Balem (Eddie Redmayne), quien tiene el titulo de dueño de la Tierra. Es aquí donde aparece Caine Wise (Channing Tatum), un licántropo que se desplaza en una especie de rollers que dominan la gravedad y cuya misión es protegerla. El amor a primera vista no tarda en llegar.
El filme ostenta serias negligencias narrativas. Allí donde está la supuesta originalidad (la de ese mundo creado para la ocasión) también están las fallas. Los múltiples personajes no llegan a ser queribles ni se sabe qué les pasa, y son tantos y tan variados que el espectador puede llegar a perderse con facilidad. Su construcción es tan endeble que no logra que el espectador se interese por ellos.
La solemnidad de algunas escenas, las sobreactuaciones, la posición respecto a la familia, la ética protestante que rige la vida de los personajes (aquí lo más preciado es también el tiempo) son algunos de sus problemas. Tampoco se entiende cómo un mundo tan evolucionado no puede erradicar la burocracia racional propia de las sociedades actuales.
Los Wachowski mezclan todos los géneros (desde el cine épico hasta la ciencia ficción y la fantasía), meten todo en una licuadora y sacan un producto completamente insustancial, un entretenimiento vacuo que no aporta nada nuevo al mainstream americano.
Y, por último, el peor pecado que cometen los Wachowski es creer que citar bien es recrear un plano y una secuencia de otra película, cuando en realidad citar bien es hacer que el plano de otro filme venga a decir algo en el nuevo.