Subir es difícil, bajar es fácil.
“Subir es difícil. Bajar es fácil”, dice Caine (Channing Tatum) a Júpiter (Mila Kunis), hablando de sus botas voladoras. Sin quererlo, parece una metáfora de la carrera de los hermanos Wachowski.
Cuando Larry Wachowski no era Lana y con su hermano Andy crearon el universo de Matrix, muchos creímos que había nacido una nueva generación de talento en el mundo de la ciencia ficción. Pero con el correr de los años y de las películas los Wachowski creen que ser ampulosos los convierte en geniales, y no es así, y la imaginería visual por sí sola no basta para hacer un producto acabado.
Tras Meteoro -el único país donde fue un éxito fue la Argentina- y Cloud Atlas, regresan al campo de la ciencia ficción con El destino de Júpiter. Las vueltas de la trama no son lo que eran en Matrix, y el nudo conceptual ha quedado en minúsculas. Júpiter (una Mila Kunis que deambula perdida tanto en el universo como en la Tierra) se gana la vida limpiando baños. Pero se parece mucho a la madre de tres hermanos que en el espacio exterior se dividen los planetas como caramelos, por lo que el más malo de la dinastía (Balem, Eddie Redmayne) ordena matarla para no tener que reconocerla como, digamos Miss Universo. Pero otro hermano envía a Caine (Channing Tatum) a rescatarla. Y la hermana también quiere su cuota de poder.
Es que estos personajes viven desde hace miles de años, porque se nutren de los humanos, a quienes cosechan. O sea: allá afuera están quienes pueden hacer con la raza humana lo que quieran, y que hasta derrotaron a los dinosaurios.
El problema no es eso, sino que la película no termina siendo más que una suma de escenas de peleas entre seres extraterrestres y otras especies, como si los destinatarios del filme fueran jóvenes ávidos de acción y nada más.
Hay frases que suenan como verdades absolutas: “La confianza es una ilusión”, “Todos hacemos cosas que no podemos explicar” (otras metáforas a los Wachowski).
Tatum está a años luz de su personaje en Foxcatcher, y siempre corre (o vuela) a salvar a esta suerte de Cenicienta siglo XXI. En cuanto a Redmayne, muy probable ganador del Oscar por interpretar a Stephen Hawking en La teoría del todo, debe estar rogando que los académicos no lleguen a ver El destino de Júpiter.