Tiranía de la puesta en escena
Júpiter (Mila Kunis), la chica con nombre de planeta, es una inmigrante que vive en Chicago y se gana el pan limpiando casas. Así como se la ve, entre guantes de goma, sopapas e inodoros de gente rica, Júpiter, aunque no lo sepa, es parte de la realeza. Para ser exactos, su ADN indica que se trata, nada más ni nada menos, de la próxima reina del Universo.
Sin un mango y con ganas de comprar un telescopio (su padre era un astrónomo ruso, de ahí viene su deseo y la peculiaridad de su nombre), acepta una propuesta para ganar unos cuantos dólares vendiendo sus óvulos a una clínica; pero antes de que pueda concretarse, Caine Wise (Channing Tatum), un hombre-lobo, equipado con unas botas que burlan las leyes de gravedad o, mejor dicho, un cazador modificado genéticamente, concebido y entrenado para tareas militares, la rescata de las manos de sus asesinos.
Es que Júpiter (los guiones de los Watchowski son siempre complejos, siempre ambiciosos: si tienen que hundirse, prefieren hacerlo en el Titanic, a lo grande, absolutamente convencidos de lo que producen) lleva el código genético de la dinastía Abrasax, los aristócratas del espacio, lo que la convierte, además, en la heredera del planeta Tierra, y eso es exactamente lo que los integrantes de su familia galáctica quieren evitar.
Esa es la heroína principal, la nuestra, la terrícola, pero además hay villanos de otros mundos, como las iguanas gigantes servidoras del Balem (Eddie Redmayne), el mayor de la familia real de Júpiter; escenas de acción que transcurren en Chicago y a plena luz del día, además de otras tantas en algún lugar del espacio exterior.
Algo de romance, muchísimos efectos, escenarios y vestuarios grandilocuentes, como la industria cree que corresponde en estos casos. El destino de Júpiter es una película entretenida, que se mira con una atención sostenida (el guión tiene el sesgo filosófico propio de los relatos de sci-fi, y esboza una mirada crítica hacia el sistema), pero Andy y Lana Wachowski suelen ser mejores narradores y en general tienen más talento para la cita cinéfila.