"La tocás a ella y te mato... ¡Te mato!"
En la escena del interrogatorio de El secreto de sus ojos -reveladora del pensar de la película- el acusado Isidoro Gómez admite su culpabilidad en el crimen luego de ser víctima con un infantil ardid. Furioso porque cuestionaron su virilidad, insulta a Irene Menéndez Hastings y le pega una trompada. "La tocás a ella y te mato... ¡Te mato!", grita luego -tarde- Benjamín Esposito, cuando Gómez ya había tocado a Irene.
Unthinkable (2010), de Gregor Jordan, es básicamente la escena de Campanella transformada en un loop de 97 minutos. Luego de cada golpe del torturador profesional "H" Humphries sobre el terrorista Steven Younger la agente del FBI Helen Brody reacciona indignada. "Esto es inconstitucional", esgrime de entrada, ante los primeros maltratos. "Si le hace daño los nenes, lo mato", agrega una hora después, cuando el torturador hace entrar a la sala de tortura a los hijos del terrorista.
Pero quizá lo peor de la película no sea su postura a favor de la tortura, planteada a partir de un dilema moral tan simple como tramposo y una puesta en escena que no sabe escapar del plano-contraplano. Lo más jodido es que ni siquiera plantea alguna alternativa para pensar el asunto desde otro lado. "No negociamos con terroristas", dice sobre el final la agente Brody, personaje que funciona como la reserva moral de la película. Ahí, justamente, está el problema.
Afortunadamente, Unthinkable tuvo un efímero e irrelevante paso por la cartelera porteña en los últimos días del año pasado. Como si fuera poco la distribuidora local, Distribution Company, decidió titularla con el desgraciado El día del juicio final y se equivocó con el afiche: le puso la cara de Gil Bellows a Michael Sheen.