¿Si hay que interrogar a alguien que dijo haber puesto tres bombas nucleares que van a matar a millones de personas, se lo tortura hasta que confiese la localización de los explosivos? ¿Hay límites, hay una frontera entre lo salvaje y la barbarie paraestatal, o se extiende a medida que corre el tiempo?
Las preguntas que el Unthinkable dispara como punta de debate son miserables, parte de una discusión execrable, mucho más allá de lo políticamente correcto o incorrecto; se trata de un interrogante pueril y a la vez criminal.
Tenemos enfrente un debate ético centrado en una disyuntiva que puede ser falaz desde lo humano, aunque el radicalizado pragmatismo de los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad lejos está de todo tipo de cuestionamiento al concepto de que el fin justifica los medios. Hablamos de un Estado como el norteamericano, dominado por la paranoia y el odio al otro, de un Pentágono manejado por fanáticos, de centrales de inteligencia gerenciadas por asesinos de traje y corbata.
Ahí es donde pone el foco este film que nos trae el reiterado tópico de "la amenaza terrorista", pero con una vuelta de tuerca que incomoda a poco de comenzar. La trama se dispara cuando un ciudadano estadounidense convertido al islamismo (Michael Sheen) es arrestado tras haber confesado que colocó tres bombas nucleares en tres ciudades distintas de norteamérica. Una vez maniatado, el terrorista es puesto a disposición de un "especialista", llevado hasta allí por el Estado para que le saque información. Aquí es donde entra en juego el señor H (Samuel L. Jackson), psicópata con chapa al servicio de Washington que da inicio a su interrogatorio al islamista cortándole un dedo. De ahí en más, el horror.
La estética que utiliza Gregor Jordan para su relato es similar a la que hemos internalizado gracias a la saga Saw y similares, con altas dosis de gore, con una cámara casi quirúrgica que nos ahorra el trabajo de imaginar lo que le sucede al victimario devenido en víctima.
Apenas (y nada menos que) eso; una sala de torturas, un fanático anti-yanqui, un torturador, una agente sensible (Carrie-Ann Moss) que intenta frenar al demente Mr. H. Y, sobre todo, ese elemento impensable del título como as en la manga del represor estatal, un "Tigre" Acosta made in USA para el pochoclo de la dama y los nachos del caballero.
Bonus Track
-La película no fue estrenada comercialmente en los cines de Estados Unidos (se editó directo en DVD) por su temática y su puesta en foco de la tortura desde el Estado.
-Hay conexiones con lo que hemos visto durante varios años en 24, un discurso por momentos ambiguo, aunque el disparador de debate que supone el film va mucho más allá de lo que fue el producto catódico de Fox (la justificación del aparato represor construido en Washington y profundizado luego de los ataques de 2001).
-A Michael Sheen ya lo viste en Frost vs. Nixon, en el papel del periodista que puso en jaque al presidente yanqui; también en The Queen, como Tony Blair. Además, lo vas a ver en pocos dias, en Tron Legacy.