Luego de haber visto “El día del juicio final” del director australiano Gregor Jordan uno logra entender por qué en su país de origen, Estados Unidos, no fue estrenada en cines y fue directamente a video. Ocurre que “Unthinkable”, tal su título final que podría traducirse como “impensable” o mejor aún como “inimaginable”, incomoda. Y por más de una razón.
Por un lado está su tema central: la amenaza que hace un norteamericano de origen árabe, una excelente actuación de Michael Sheen (“Frost/Nixon, la entrevista del escándalo”), de no detener la explosión de tres bombas atómicas instaladas en grandes ciudades de su país, si no se atienden sus demandas. Está claro que el film explota una fobia que se ha instalado en el país del norte desde el 11 de septiembre de 2001 de que se produzca otro desastre, como el aquí se insinúa.
Pero hay otro tema que enriquece la propuesta de la película y que tiene que ver con los métodos que se usan, basados en diversas formas de tortura, y que no toda la población norteamericana reconoce ni condena. Aquí la misma la ejerce un personaje detestable de nombre Henry Humphries o simplemente H (Samuel L.Jackson), buen padre de familia pero ejecutor implacable de métodos inhumanos en donde “el fin justifica los medios”. Y ese objetivo es descubrir dónde están las bombas. Para ello someterá al amenazante Steven Arthur Younger (Sheen) a los peores tormentos, amputándole dedos de la mano, aplicándole electrodos en su cuerpo, sumergiéndolo en agua para que no pueda respirar y muchos otros suplicios. Cabe aclarar que estas escenas que llenan buena parte del metraje son de difícil tolerancia para un público sensible y si bien no son del todo gratuitas pueden molestar a más de un espectador.
A modo de contraste con H se ubica el personaje de la agente del FBI, Helen Brody, que interpreta en forma convincente Carrie-Anne Moss (“Memento”, “Matrix”), quien prueba “por las buenas” de sacarle la información a Younger. Sus intentos fracasan pero también los de H no llegan a buen puerto y es entonces que, faltando tres horas para el posible estallido (y algo menos de media hora de película), la estrategia aplicada será distinta. La misma consistirá en poner frente al terrorista a miembros de su familia (esposa, dos hijos pequeños) y, sin ética alguna, amenazar en aplicarle los mismos métodos (aquí H usará la expresión “unthinkable”). Serán las escenas más duras de soportar (ya se lo habíamos advertido al posible espectador) y el final, algo más convencional, no defraudará a quienes se hayan quedado en la sala hasta la aparición de los títulos. Este cronista confiesa que la película lo atrapó lo suficiente como para no levantarse antes de la butaca y para afirmar que, sin ser un gran film, “El día del juicio final” se deja ver.